De acuerdo con los datos recogidos en la Base de Datos Clínicos de Atención Primaria (BDCAP), el 37,6 % de la población en España utiliza al menos un medicamento de forma regular. Dentro de este grupo, el 8,2 % está en situación de polimedicación, es decir, toma cinco o más fármacos al mismo tiempo. De ellos, el 7,3 % consume entre cinco y nueve medicamentos, mientras que un 0,9 % presenta un nivel de polimedicación severa, al utilizar diez o más tratamientos de manera simultánea.
Revisar para cuidar: por qué deprescribir es una necesidad
Con este escenario, incorporar la deprescripción en la práctica médica se presenta como una necesidad urgente para mejorar la salud y la calidad de vida de las personas. “Se trata de un proceso sistemático de revisión del tratamiento de los pacientes para valorar la retirada de fármacos que estén tomando, bajo supervisión y con el objetivo de optimizar su tratamiento. A nivel personal me da muchas satisfacciones y mejora mi relación con las personas atendidas, que agradecen que se les reduzca su carga”, explica Juan Fran Menárguez, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, que desarrolla su labor en el Centro de Salud Profesor Jesús Marín (Molina de Segura, Murcia).
Ante lo que considera “un mundo medicalizado”, Menárguez detalla que revisa “los fármacos que tienen prescritos los y las pacientes, para valorar el impacto teórico en salud que pueden tener, desde una visión crítica de la eficacia, tolerabilidad y seguridad, y el balance entre ellas.
Además, subraya el coste económico que pueden tener algunos medicamentos: “Otro aspecto para tener en cuenta desde un enfoque de selección razonada de fármacos es el coste. No todo el mundo puede permitirse pagar determinados fármacos, sobre todo cuando son dudosos como la mejor elección”.
En la misma línea de Menárguez se muestra Javier Montero, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria que actualmente trabaja en el Centro de Emergencias Sanitarias 061 Andalucía de Huelva, quien define la importancia de la deprescripción como “troncal en la práctica clínica diaria e imprescindible en nuestro día a día en consulta” y expone que "estamos acostumbrados a finalizar la consulta con una prescripción, lo que es un error. Nuestro trabajo es mejorar la salud de nuestros pacientes, y esta función no siempre se logra con la prescripción de un fármaco. A veces es estando junto a él en momentos difíciles, en otras será recomendarle actividad física, en otras deprescribir una medicación que, o bien ya ha cumplido su función, o bien, ya no es necesaria por la presencia de efectos adversos o la modificación de las circunstancias de nuestro paciente".
Psicofármacos y pacientes frágiles: dónde poner el foco
Asimismo, la médica de familia Rosana García, que trabaja en el Centro de Salud Dr. Aguilar (Cubas de la Sagra, Madrid), incide en que “cuando entras en una historia y ves un listado interminable de fármacos, es un buen momento de plantearse revisar ese tratamiento. También en pacientes paliativos, donde los beneficios de los tratamientos crónicos son cuestionables”. En esta línea, Menárguez apunta a la preocupación por “la falta de conciliación en pacientes atendidos en diversos servicios, en los que se aporta una visión sesgada en función de cada especialidad, organificando a veces la atención y siempre sin tener en cuenta el contexto de cada paciente o una visión integral de la salud”.
Por su parte, Javier Moreno tiene claro que "cualquier paciente podría beneficiarse de la deprescripción” y añade que “si bien los más frágiles son los que se benefician en mayor cuantía y, por ende, en los que debemos pensar en primer lugar: ancianos, pacientes con polifarmacia y en todos aquellos en los que hayamos evidenciado una preponderancia de los efectos adversos frente a los beneficiosos". Un tema acerca del que Juan Fran Menárguez sostiene que entre sus prioridades “están los pacientes con problemas de la vida cotidiana, a los que se les ofrece el fármaco como una respuesta a su problema, pero sin hacerlo partícipe y proactivo en búsqueda de su propia salud. Este es un tema especialmente relevante en el uso de psicofármacos”.
Precisamente, psicofármacos como las benzodiacepinas o los antidepresivos, y los inhibidores de la bomba de protones, los analgésicos, antihipertensivos, antidiabéticos, estatinas, anticolinérgicos, anticolinesterásicos y neurolépticos son medicamentos muy recetados y susceptibles de intervención, según los médicos y médicas de familia consultados
Es importante poner el foco en las benzodiacepinas, ya que, como explica Carolina Mir, del Centro de Salud Guillem de Castro (Valencia), “en 2020, la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD) sitúa a España como el país del mundo con mayor consumo de benzodiacepinas, afirmando que el 9,7% de la población los ha consumido durante el último mes. En España existe un aumento incesante en la prescripción y consumo de ansiolíticos: los datos de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) confirman que la DHD (dosis diaria definida por 1.000 habitantes/día) se ha incrementado de 50,88 en 2012, a 58,09 en 2022. Además, el consumo de benzodiacepinas aumenta con la edad hasta los 85 años y asocia un gradiente social, de manera que conforme disminuye la renta o en personas en desempleo, el consumo de estas sustancias es mayor, sobre todo en el caso de las mujeres”.
Mir añade que “pese a la recomendación según la Estrategia de Seguridad del Paciente, de no prescribir benzodiacepinas para el tratamiento del insomnio en mayores de 75 años, un 53,4% (58% mujeres y 45% hombres) de la población mayor ha recibido al menos un envase de benzodiacepinas, aunque no se tiene la certeza de que el insomnio ha sido la causa principal de la indicación. Las benzodiacepinas en las consultas de Atención Primaria adquieren un papel fundamental en su prescripción. Están prescritas en un 45-76% por médicos del primer nivel asistencial”.
Asimismo, esta médica de familia que coordina el Grupo de Trabajo de Atención al Mayor de la semFYC, habla también sobre la evidencia científica que respalda la práctica de la deprescripción en la población mayor y cuáles son los beneficios observados: “En España el estudio APEAS, realizado en el ámbito de la Atención Primaria de Salud, determinó que el 48,2% de eventos adversos que tienen lugar en este nivel asistencial están relacionados con la medicación, destacando como más frecuentes: empeoramiento del curso clínico o de la enfermedad de base, síntomas gastrointestinales (náuseas, vómitos y diarrea), alteraciones dermatológicas (prurito, rash o erupciones) y alteraciones neurológicas. En conjunto, estos cuadros supusieron el 44% de los eventos adversos analizados, de los cuales se consideraron potencialmente evitables el 70,2%".
Herramientas para deprescribir con seguridad
Estos especialistas en Medicina Familiar y Comunitaria también nos traen diversas herramientas para abordar la deprescripción adecuadamente. Entre las estrategias más utilizadas están las explícitas, centradas en los fármacos, como:
- Los criterios de Beers, PRISCUS o STOPP/START, todos ellos actualizados periódicamente. Estos listados recogen medicamentos cuya prescripción no se considera adecuada en personas mayores —u otros grupos de pacientes—, y permiten al profesional tomar decisiones basadas en la evidencia. En el ámbito europeo, los criterios STOPP/START son los más empleados, ya que incluyen tanto medicamentos potencialmente inapropiados como otros que podrían ser beneficiosos si aún no se han indicado.
En la práctica clínica, también se han desarrollado variantes específicas de los criterios STOPP para poblaciones concretas:
- Los STOPP-Pal, orientados a pacientes en situación terminal, y los recientes STOPP-Cog, pensados para personas con deterioro cognitivo. No existe una fórmula única para deprescribir, por lo que muchas veces se recurre a técnicas de entrevista motivacional para facilitar el diálogo con el paciente.
Asimismo, herramientas de ayuda en la toma de decisiones, como:
- Las desarrolladas por el grupo de Ottawa o la Clínica Mayo, que pueden ser muy útiles.
- Algunos protocolos, como los propuestos por Enrique Gavilán y Antonio Villafaina, también ofrecen guías prácticas valiosas recomendadas especialmente a residentes en formación.
En contraste, las estrategias implícitas se centran más en el paciente y su contexto individual. Estas herramientas valoran la adecuación de cada tratamiento desde un enfoque personalizado, teniendo en cuenta la situación clínica concreta de cada persona. En este enfoque destacan:
- Recursos como el algoritmo de Garfinkel.
- El Índice de Adecuación de la Prescripción (MAI).
- El cuestionario de Hamdy.
- Las guías de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria.
Estas estrategias permiten una evaluación más cualitativa de la medicación, promoviendo un tratamiento realmente adaptado a las necesidades del paciente.
Formación y tiempo para cuidar mejor
En otro orden de asuntos, Juan Fran Menárguez considera fundamentales dos aspectos clave para que médicos y médicas de familia puedan deprescribir adecuadamente: “Formación y tiempo. Formación avalada científicamente, como no puede ser de otra manera, sobre los diferentes aspectos de la deprescripción (aspectos positivos, dificultades, herramientas, entre otros.). Es cierto que últimamente se está incrementado la concienciación en la prescripción y deprescripción de las benzodiazepinas, y algunos Sistemas de Salud están proporcionando información al respecto a sus médicos de familia; y tiempo para establecer una adecuada relación médico-paciente basada en la confianza mutua; y tiempo para poder revisar los tratamientos de nuestros pacientes y poder hablar con ellos sobre deprescripción sin prisas.
Los cuatro profesionales consultados coinciden en que la deprescripción no solo es posible, sino necesaria. Su aplicación en las consultas de Atención Primaria aporta beneficios tangibles: mejora la calidad de vida, reduce hospitalizaciones, minimiza efectos adversos e interacciones, y favorece la adherencia y la funcionalidad del paciente.
Los médicos y las médicas de familia tienen que contar con la formación, las herramientas y, sobre todo, la confianza de los y las pacientes para llevarla a cabo. Es momento de comprometerse y asumir la deprescripción como parte esencial de la práctica clínica, incorporando la prevención cuaternaria como eje ético y científico de la toma de decisiones. Aunque implique un esfuerzo añadido, buscar lo mejor para cada paciente, desde la personalización y la evidencia, es una labor que dignifica la profesión y aporta un valor incalculable a la salud de las personas atendidas. Deprescribir es, en definitiva, cuidar mejor.