Si
hablamos de cronicidad en España, más de uno pensará en Euskadi y en la
estrategia que lanzó en 2010 el Gobierno Vasco bajo el título "Estrategia para afrontar el reto de la cronicidad en Euskadi".
Una apuesta clara de cambio cultural, organizativo y asistencial en el
sistema sanitario que además fue seguida por otros proyectos similares
en el resto del sistema nacional de salud (incluso la estrategia ministerial del año 2012).
El
tiempo pasa y el diseño y la puesta en marcha de este tipo de proyectos
tan ambiciosos genera una serie de lecciones, casos de éxito y errores
que merece la pena tener en cuenta para así aprender y mejorar en el
futuro. Si bien en España no es muy habitual elaborar y publicar
revisiones y evaluaciones de este tipo de proyectos, esta vez ha habido
suerte ya que la revista Gaceta Sanitaria publica en su avance online el artículo "Desarrollo e implementación de la Estrategia de Cronicidad del País Vasco: lecciones aprendidas", firmado por Roberto Nuño (que fue director del Instituto Vasco de Innovación Sanitaria).
Nos
quedamos con una frase del artículo, centrada en los proyectos que
nacen de los profesionales y que define muy bien una carencia muy
importante de nuestro sistema sanitario. La frase es esta:
Pese a ello, no se consiguió superar plenamente las barreras de la debilidad política y de la inmovilidad burocrática, las cuales limitaron el despliegue de los cambios, sobre todo los relativos a la escalabilidad de las innovaciones locales de éxito (los denominados proyectos bottom-up).
Es
curioso como los proyectos que nacen en los centros, creados e ideados
por los propios profesionales, son al final los que más cuesta poner en
marcha de manera global. De esta forma, se confirma el gran problema de
los proyectos piloto: que nunca despegan del todo, llenando el mapa
sanitario de innovaciones locales que no pasan del póster en un
congreso. Mejoras que funcionan y no saltan al resto de centros.
Los
motivos son múltiples: resistencia al cambio, miedo a la pérdida de
poder, no saber elaborar un plan para difundir esa innovación, falta de
cultura o incluso el efecto del "medallismo" (esa mejora la ha promovido
el Hospital A y si el hospital B la aplica, no podrá llevarse sus
premios y demás). Podríamos añadir a estos motivos la dificultad de
difundir una estrategia común entre centros sanitarios diferentes, la
falta de planes de seguimiento y el bajo nivel del liderazgo directivo
(rodeado de prioridades contradictorias y de presiones cortoplacistas
más centradas en presupuestos que en cambios a largo plazo). En
Timreview analizan algunos de estos problemas a la hora de escalar este tipo de innovaciones.
Curiosamente, a algo parecido se refería Marck Zuckerberg cuando en 2012 incluyó en el informe que publicó Facebook para su salida a bolsa una referencia al llamado "hackers way". Concretamente, el informe decía: "Hacker
culture is also extremely open and meritocratic. Hackers believe that
the best idea and implementation should always win, not the person who
is best at lobbying for an idea or the person who manages the most
people."
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