jueves, 23 de julio de 2015

Medicina Clínica. Hígado graso no alcohólico. Papel de los médicos de atención primaria.

La enfermedad hepática por depósito de grasa o hígado graso no alcohólico (HGNA) se caracteriza por la acumulación de ácidos grasos y triglicéridos en el citoplasma de los hepatocitos en pacientes sin un consumo de riesgo de alcohol y sin otras causas de enfermedad hepática (virales, autoinmunitarias, etc.). El HGNA incluye una serie de lesiones que van desde la esteatosis simple, generalmente con un pronóstico benigno, pasando por la esteatohepatitis con cambios inflamatorios y un grado variable de fibrosis, hasta la cirrosis y el carcinoma hepatocelular. El HGNA se asocia a los diferentes componentes del síndrome metabólico, especialmente obesidad, diabetes tipo 2 y resistencia a la insulina, de manera que es considerado por muchos autores como el componente hepático del síndrome metabólico. La prevalencia del HGNA en la población occidental oscila entre el 20-30%, pudiendo ser superior al 70% entre los sujetos obesos o con diabetes tipo 2, mientras que la prevalencia estimada de esteatohepatitis es del 2-3%. La prevalencia de esta enfermedad va en aumento en paralelo con el incremento de la obesidad y de la diabetes, verdaderas epidemias del siglo XXI.

Los pacientes con HGNA suelen estar asintomáticos, y el papel de los médicos de atención primaria es fundamental en el diagnóstico, al menos de sospecha, y en el abordaje inicial. En la actualidad no se da la importancia debida a esta enfermedad, que se considera un proceso banal y posiblemente está infradiagnosticada. Por otro lado, las guías clínicas recientes no son suficientemente conocidas o seguidas. Analizaremos la identificación y el abordaje de los pacientes con HGNA en asistencia primaria, así como los criterios para su derivación al especialista.

La sospecha diagnóstica de HGNA se establece por la detección de una elevación de transaminasas en una analítica de rutina, o bien por la presencia de signos de esteatosis en una ecografía generalmente realizada para estudio de molestias abdominales inespecíficas. En ambos casos lo primero que debe hacerse es descartar la presencia de otras causas de enfermedad hepática, con especial énfasis en el consumo excesivo de alcohol (más de 21 unidades estándar de bebida a la semana en los hombres y más de 14 en las mujeres), e investigar la presencia de componentes del síndrome metabólico, sobrepeso u obesidad, diabetes tipo 2, dislipidemia e hipertensión arterial. La elevación de las transaminasas suele ser moderada (inferior a 3 veces el valor normal), siendo la ALT superior a la AST, y puede acompañarse de una discreta elevación de GGT y/o fosfatasa alcalina. El resto de las pruebas de función hepática son normales a menos que exista una enfermedad muy avanzada. En el caso de que la sospecha inicial sea por una ecografía, se observa la presencia de un hígado brillante, pero de tamaño y estructura normales. Debe realizarse una analítica, que puede mostrar la hipertransaminasemia o ser completamente normal. Un aspecto controvertido es si la existencia de HGNA debería buscarse sistemáticamente en todos los sujetos con factores de riesgo, aunque las guías clínicas no lo recomiendan, teniendo en cuenta la relación coste-beneficio a largo plazo.
 En general, cuando el diagnóstico de HGNA se establece por la existencia de alteraciones analíticas en pacientes con uno o más componentes del síndrome metabólico, se solicita una ecografía abdominal, aunque esta medida es motivo de controversia. Los autores contrarios a efectuar una ecografía de manera sistemática consideran que es una prueba dependiente del observador, en la que no está bien estandarizado el sistema de gradación de la esteatosis, con un número de exploraciones a realizar muy elevado que puede sobrecargar los servicios de radiología y cuyos resultados no van a influir en el tratamiento, y sobre todo, que no permite diferenciar entre esteatosis simple y esteatohepatitis.
 La primera medida a efectuar en la atención primaria, una vez establecido el diagnóstico de sospecha de HGNA, es aconsejar al paciente un cambio en el estilo de vida basado en la dieta y en el ejercicio moderado con el objetivo de perder peso.
 Sin embargo, las evidencias sobre los efectos de los cambios del estilo de vida en las lesiones histológicas son limitadas. Asimismo, es importante tratar los trastornos metabólicos asociados al HGNA de acuerdo con las guías clínicas. El uso de estatinas en estos pacientes ha sido controvertido por su posible hepatotoxicidad, aunque actualmente se considera que son seguras y pueden administrarse a los pacientes con una cifra de transaminasas inferior a 3 veces el valor normal, aunque es aconsejable efectuar una analítica de control a los 2-3 meses de iniciar el tratamiento. Existe poca información sobre la seguridad de las estatinas en pacientes con transaminasas más elevadas. Los supuestos tratamientos específicos para el HGNA (antioxidantes, especialmente vitamina E, glitazonas, metformina, hipolipidemiantes, losartán, ácido ursodesoxicólico, pentoxifilina) no han demostrado claramente su eficacia y se han utilizado en pacientes con esteatohepatitis y/o fibrosis. Por ello, la indicación de estos tratamientos debe reservarse para el especialista y en el contexto de ensayos clínicos.

Otra característica que presentan los pacientes con HGNA es un incremento del riesgo cardiovascular, no únicamente porque comparten factores de riesgo, sino porque al parecer el HGNA per se favorece la aparición de episodios cardiovasculares adversos, lo que impacta en la morbimortalidad de estos pacientes. Por tanto, es importante que una vez identificados estos pacientes, desde la atención primaria se realice alguna exploración destinada a detectar una arteriosclerosis subclínica. Para ello pueden realizarse pruebas indirectas, relativamente sencillas y no invasivas, como un electrocardiograma y el índice tobillo-brazo. Sería interesante implementar en los centros la ecografía de la pared de la carótida para medir el grosor de la íntima.

Finalmente, es muy importante identificar qué pacientes y cuándo deben ser remitidos desde la atención primaria al hepatólogo. Si tenemos en cuenta la elevada prevalencia de HGNA y el buen pronóstico de la mayoría de los pacientes, únicamente aquellos con una esteatohepatitis o con riesgo de progresar son los que deberían ser derivados. Desde el punto de vista práctico, una vez establecido el diagnóstico de HGNA debería informarse al paciente, instaurar las medidas para modificar el estilo de vida, prescribir, si es preciso, el tratamiento específico para las comorbilidades, y repetir la analítica al cabo de 3-6 meses. En caso de persistir una elevación significativa de las transaminasas se puede derivar al paciente a la medicina especializada.

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