El trastorno conversivo es una forma específica de trastorno
somatomorfo descrito en la DSM IV (Tabla
1) y en la Clasificación Internacional de Enfermedades-10. Se manifiesta bruscamente,
como deterioro o perdida de una o más funciones físicas, que son realmente la
expresión no consciente o involuntaria de un conflicto psicológico subyacente
(generalmente depresión, ansiedad). Este mecanismo, denominado “ganancia primaria”,
sería la defensa que reduce el dolor intrapsíquico, buscando un equilibrio
psicológico al centrar la atención en los síntomas físicos, y así evitar el
reconocimiento consciente del conflicto. La forma de presentación es variable y
está influenciada por las creencias del paciente sobre la enfermedad. En algunos
casos, la clínica permanece fija porque las creencias también persisten.
Tabla 1. Criterios diagnósticos del trastorno conversivo según
la DSM-IV
Uno o más síntomas o déficits que afectan a las funciones motoras voluntarias o sensoriales y que sugieren enfermedad neurológica o médica |
Se considera a los factores psicológicos como asociados al cuadro por su relación con inicio o exacerbación |
El síntoma no es producido intencionalmente ni es simulado |
El síntoma no se explica por una enfermedad médica, por los efectos directos de una sustancia o por un comportamiento o experiencia culturalmente normales |
El síntoma o déficit provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral, o de las otras áreas importantes en la actividad del sujeto, o requieren atención médica |
El síntoma no se limita a dolor o disfunción sexual, no aparece exclusivamente en el transcurso de un trastorno de somatización y no se explica mejor por la presencia de otra enfermedad mental |
Los síntomas y signos implican al sistema nervioso central
voluntario, siendo lo clásico alteraciones motoras o sensoriales (parálisis,
anestesia o analgesia de extremidades, ataxia y alteración del equilibrio o de
la coordinación psicomotora, retención urinaria, disfagia, afonía, incapacidad
para hablar, ceguera, anosmia, alucinaciones, demencia psicógena...)
convulsiones o movimientos anormales y pérdida de conocimiento. Se caracterizan
por síntomas de aparición súbita, marcados y atípicos de la enfermedad o
ausencia de signos típicos de la enfermedad, que disminuyen o desaparecen con la
distracción, aumentan cuando el profesional se concentra en el síntoma, remiten
o regresan espontáneamente y se suelen resolver con placebo o psicoterapia. Suele ser característico, un
comportamiento indiferente respecto a la clínica principal (“Bella
indiferencia”). Estas características serían las que las diferencian de un
probable origen orgánico.
El trastorno conversivo motor se presenta más frecuentemente en:
personas jóvenes, sexo femenino (2:1), grupo socioeconómico bajo, trastornos
físicos previos, exposición a personas con patologías reales, y factores
psicosociales estresantes graves,.
Una anamnesis y una exploración exhaustivas son fundamentales para
identificar factores predisponentes y descartar patologías orgánicas que puedan
explicar el cuadro clínico. Las pruebas neurológicas razonablemente pertinentes
serán normales, y los estudios de imágenes funcionales evidenciarán una
inhibición activa en áreas corticales y subcorticales, que crean un patrón
neurológico incompatible con lesión orgánica.
El diagnóstico es sugerido por: incongruencias en la exploración
(pues característicamente la presentación neurológica de origen psicógeno no
sigue los patrones de lesión neurológica típicos), y la presencia de una
situación estresante3. Se
debe descartar lesión neurológica o simulación y tratar de definir una “ganancia
secundaria” donde el individuo se beneficia de la atención o el apoyo de
miembros de la familia y amigos, evita responsabilidades o se beneficia de otras
recompensas, que pueden reforzar su conducta inconscientemente, empeorando o
apareciendo nuevos síntomas conversivos.
El buen pronóstico se asocia a: menores de 40 años, síntomas
sensitivos, inicio brusco, corta duración o remisión precoz, presencia de factor
estresante, buena salud previa, ausencia de enfermedad orgánica concomitante y
de otros trastornos mentales, buen nivel socioeconómico, ausencia de problemas
legales y de ganancia secundaria.
El diagnóstico diferencial con otros trastornos psiquiátricos
incluye: trastorno somatomorfo, enfermedad ficticia, simulación, hipocondría,
depresión, trastornos de ansiedad, y menos frecuentemente el trastorno de
personalidad histriónica.
No existe tratamiento específico, aunque este debe ser
multidisciplinar (incluyendo la participación del paciente, la familia y los
profesionales sanitarios) y precoz, pues está demostrada la existencia de
secuelas físicas y discapacidad cuando no se establece un tratamiento adecuado
en pérdidas de función prolongada, . Hay que tener en cuenta que los pacientes viven
estos episodios como si fueran reales y nunca se debe minimizar o ignorar los
mismos. Los síntomas conversivos de curso agudo pueden resolverse
espontáneamente con la información y los crónicos y resistentes con frecuencia
requieren hospitalización.
El objetivo en urgencias es extinguir la crisis y tratar la sintomatología
concomitante (ansiedad, depresión). Es fundamental el soporte emocional a largo
plazo, a través de una alianza terapéutica adecuada, informar y educar de los
mecanismos psicológicos involucrados en el cuadro para promover la toma de
conciencia del componente psicológico, pues estos pacientes se resisten a
aceptar que tienen un trastorno psiquiátrico; modificar el ambiente familiar,
evitando actitudes que refuercen los síntomas y aumenten la probabilidad de
cronicidad. La psicoterapia conductual es útil para eliminar las respuestas
maladaptativas y aprender respuestas más apropiadas a factores estresantes, y la
rehabilitación física aumenta las expectativas de recuperación y mejora los
síntomas neurológicos. Habrá que valorar el tratamiento farmacológico con
antidepresivos o ansiolíticos, y ante síntomas neurológicos persistentes tratar
con neurolépticos atípicos por su menor riesgo de discinesia tardía. El objetivo
a largo plazo con la psicoterapia cognitivo conductual y farmacoterapia es
prevenir futuras recaídas permitiendo que el paciente enfrente los conflictos
sin somatizarlos.
Revision tras caso clínico de revista FMC.http://www.fmc.es/es/me-han-dicho-que-es/articulo/90435460/#.VfbBecmWkpM
No hay comentarios:
Publicar un comentario