Este es uno de esos artículos que, como no tiene un titular de relumbrón, suelen pasar desapercibidos. Pero su contenido es muy importante, por eso lo he rescatado de la melé. Como sabes, nos pasamos el día comunicando números: a los pacientes y a otros profesionales. Habitualmente lo hacemos de forma inadecuada, con expresiones vagas y cometiendo muchas imprecisiones. En el cuadro, tienes algunos ejemplos que quitan el hipo. Y el más sonado, el uso de riesgos relativos -en vez de absolutos- para comunicar los beneficios de un medicamento. Una táctica de manipulación masiva, tan conocida y manida… como eficaz.
Los profesionales de la salud a menudo usan números para guiar decisiones, monitorear la salud del paciente y comunicar información. Aunque se pueden recomendar conversaciones no numéricas para algunas situaciones (p. ej., muchas decisiones de detección del cáncer),1 proporcionar información numérica, especialmente cuando lo solicitan los pacientes, puede ser útil para la toma de decisiones compartida.
Sin embargo, la efectividad de compartir información numérica depende de la capacidad de los pacientes para comprender e interpretar estos números. Comprender los números puede ser difícil para los pacientes con habilidades numéricas limitadas. Los datos del Programa para la Evaluación Internacional de las Competencias de los Adultos de 2023 (una encuesta realizada por el Centro Nacional de Estadísticas de Educación de EE. UU.) informaron que solo el 34% de los 4637 adultos estadounidenses pudieron realizar tareas numéricas simples (p. ej., identificar el valor más grande en una lista desordenada). 2 La aritmética también se superpone con otras habilidades fundamentales de procesamiento de la información: el 97% de los adultos con el nivel más bajo de aritmética tenían la alfabetización más baja y el 81% no había completado la escuela secundaria.

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