lunes, 3 de marzo de 2025

MDPI. Del síndrome cardiovascular-renal-metabólico al síndrome cardiovascular-renal-hepático-metabólico. Es hora de pasar del sindrome #CAREME al #CAREHEME.

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Las enfermedades cardiometabólicas representan una crisis sanitaria mundial en aumento, que ralentiza o incluso revierte los descensos anteriores de la mortalidad por enfermedades cardiovasculares (ECV). Tradicionalmente, afecciones como la obesidad, la diabetes mellitus tipo 2 (DM2), la ECV aterosclerótica, la insuficiencia cardíaca (IC), la enfermedad renal crónica (ERC) y la enfermedad hepática esteatótica asociada a la disfunción metabólica (MASLD) se trataban de forma aislada. Sin embargo, la evidencia emergente revela que estos trastornos comparten mecanismos fisiopatológicos y estrategias de tratamiento superpuestos. En 2023, la Asociación Americana del Corazón propuso el síndrome cardiovascular-renal-metabólico (CKM), reconociendo las funciones interconectadas del corazón, los riñones y el sistema metabólico. Sin embargo, este modelo omite el hígado, un órgano crítico afectado por la disfunción metabólica. La MASLD, que puede progresar a esteatohepatitis asociada a la disfunción metabólica (MASH), está estrechamente relacionada con la resistencia a la insulina y la obesidad, lo que contribuye directamente al deterioro cardiovascular y renal. En particular, la MASLD se asocia bidireccionalmente con el desarrollo y la progresión del síndrome de CMG. Como resultado, introducimos un marco ampliado, el síndrome cardiovascular-renal-hepático-metabólico (CRHM), para capturar de manera más integral la dinámica interorgánica más amplia. Proporcionamos orientación para un enfoque diagnóstico integrado destinado a detener la progresión a etapas avanzadas y prevenir un mayor daño orgánico. Además, destacamos los avances en el tratamiento médico que se dirigen a las vías fisiopatológicas compartidas, ofreciendo beneficios en múltiples sistemas de órganos. Ver estas condiciones como un todo integrado, en lugar de como entidades discretas, e incorporar el hígado en este marco fomenta una estrategia de manejo más holística y ofrece un camino prometedor para abordar la pandemia cardiometabólica.



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