La situación actual de deterioro, agotamiento, debilitamiento y decadencia de la Atención Primaria española tiene una causa patente y otra latente, origen de la primera. Muchos piensan que la primera causa, origen directo de esta situación, es la progresiva menor inversión recibida por la Atención Primaria desde su reforma en 1984, comparada con la que recibe la atención hospitalaria. Muchos explican esa mayor inversión en el hospital por su mayor dotación tecnológica. Sin embargo, los datos muestran que la inversión en personal ha sido mucho mayor en la atención hospitalaria que en la primaria. Por ejemplo, entre 2004 y 2018, el número de médicas y médicos y de personal de enfermería aumentó casi el doble en los hospitales que en los centros de Atención Primaria1 . Desde 1989, la inversión en personal ha sido crecientemente mayor en los hospitales2 . Como remate, durante lo peor de la crisis de 2008 se recortó mucho más el presupuesto de Atención Primaria que en atención hospitalaria, y la pandemia ha terminado arrastrando a a los centros de salud a una situación agónica, prácticamente irreversible si no se acometen pronto cambios organizativos de calado con una inversión extraordinaria en este nivel1 .
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