Han demostrado que reducen las complicaciones cardiorrenales de las enfermedades metabólicas. Actualmente, se están estudiando en trastornos neurológicos y psiquiátricos.
El péptido similar al glucagón-1 (GLP-1) se secreta desde las células endocrinas intestinales en respuesta a la ingesta de alimentos y actúa como una hormona incretina para potenciar la secreción de insulina dependiente de la glucosa. La activación farmacológica del receptor GLP-1 (GLP-1R) redujo la secreción de glucagón (que eleva la glucosa en sangre) y el vaciamiento gástrico, lo que llevó al desarrollo de terapias con GLP-1 para el tratamiento de la diabetes tipo 2 (DT2). El GLP-1R se expresa en varios tipos de células de islotes pancreáticos y en múltiples regiones del sistema nervioso central. Estudios posteriores revelaron que la administración exógena de GLP-1 inhibió la ingesta de alimentos a través de la activación cerebral de GLP-1R en animales y humanos, lo que condujo a la pérdida de peso. El uso durante décadas de medicamentos GLP-1, principalmente péptidos acilados como la liraglutida y la semaglutida, para el tratamiento de la obesidad y la DM2 (1) ha revelado que también ejercen acciones pleiotrópicas más allá de la glucosa y el control del peso, como la reducción de enfermedades cardíacas y renales. Existen varios mecanismos potenciales que subyacen a estos beneficios, como la reducción de la inflamación sistémica (2), que tienen implicaciones para futuras aplicaciones clínicas y desarrollo de fármacos.
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