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Los relajantes musculares o miorrelajantes, son fármacos de amplio uso en Atención Primaria, especialmente para patologías osteomusculares. Actúan sobre los centros nerviosos y deprimen la actividad del músculo esquelético, disminuyendo el tono y los movimientos involuntarios. Hay dos grupos de fármacos con acciones y finalidades diferentes:
- Los bloqueadores neuromusculares. Son utilizados en intervenciones quirúrgicas y suelen utilizarse con anestésicos generales.
- Los antiespasmódicos. Su efecto es reducir la espasticidad en determinadas patologías neurológicas y el espasmo muscular en patologías agudas como las lumbalgias. Estos fármacos se dividen a su vez en benzodiacepínicos y no benzodiacepínicos, que incluyen una variedad de fármacos que pueden actuar sobre el tronco encefálico o de la médula espinal.
En esta entrada revisaremos los antiespasmódicos más empleados en el contexto de la Atención Primaria, y su relación beneficio riesgo, evidencias y controversias.
Podríamos resumir que:
- El uso de los relajantes musculares no benzodiacepínicos presenta una baja evidencia (reducción pequeña, no clínicamente significativa) de la intensidad del dolor a las dos semanas o menos, en el caso de la lumbalgia aguda. En los casos de la lumbalgia crónica no han demostrado ser efectivos a largo plazo.
- El uso de relajantes musculares no benzodiacepínicos han mostrado que podrían aumentar el riesgo de eventos adversos. Sin embargo, algunas guías, a pesar de los efectos secundarios recomiendan su uso en la menor dosis efectiva y durante el menor tiempo posible.
- En algún ensayo clínico reciente (tampoco muchos, ¡sorprendente con lo que se utiliza!) las benzodiacepinas, y en concreto el diazepam, ha mostrado una ligera superioridad con respecto al uso de los relajantes no benzodiacepínicos.
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