Actualmente hay disponibles en el mercado
varias clases de antidepresivos: tricíclicos, inhibidores selectivos de
la recaptación de serotonina (ISRS), los de acción dual (inhibidores de
la recaptación de noradrenalina y serotonina) y otros que actúan por
distintos mecanismos de acción.
A la hora de seleccionar un antidepresivo
frente a otro se ha de considerar el perfil de efectos adversos,
tolerabilidad, comorbilidades, antecedentes de tratamientos previos y
medicación concomitante.
Aproximadamente un 40% de los pacientes abandonan el antidepresivo durante el tercer mes de tratamiento debido a los efectos adversos.
Si bien los tricíclicos junto con los IMAO son los que presentan peor
tolerancia y mayor frecuencia de efectos adversos (EA), hay que señalar
que ningún grupo es inocuo ni está exento de problemas de seguridad.
Para garantizar la adherencia que
condiciona la eficacia del tratamiento, generar confianza y evitar
frustración, es imprescindible que el clínico aborde ampliamente desde
el inicio el tema de los EA con los pacientes, así como realizar un
seguimiento del tratamiento y de los EA especialmente durante las
primeras semanas.
Algunos EA se presentan a los pocos días de iniciar tratamiento y son transitorios
(diarrea, nerviosismo…), sin embargo, otros no son de carácter
autolimitado y afectan a la calidad de vida de los pacientes, como por
ejemplo, la disfunción sexual que afecta aproximadamente al el 30-60% de
los pacientes que toman ISRS/ISNS. Además, no todos los EA se resuelven
completamente tras la suspensión del tratamiento, como es el caso de
los problemas urológicos con reducción del flujo urinario tanto en mujeres como en hombres.
En la página web Canadiense de Rxisk (medicamentos seguros para todos) podemos encontrar una relación exhaustiva de los EA de los antidepresivos, en el boletín INFAC (publicado por Osakidetza) podemos leer una excelente revisión sobre el tema y en la siguiente tabla tomada del boletín CADIME se muestran los EA indicando para cada principio activo la mayor o menor frecuencia de los mismos.
En 2016 el blog “Deadly medicines” de Peter C Gøtzsche anunciaba la publicación de un importante meta-análisis sobre los efectos de los antidepresivos en personas sanas. Según los estudios los antidepresivos doblan los daños relacionados con el suicidio y las conductas violencias en adultos sanos, especialmente en pacientes jóvenes o personas con tendencia al suicidio. Ya en el estudio 329 se habían visto estos efectos, y no fue hasta el 2015 cuando la FDA emitió una alerta (Black-box) para todos los antidepresivos por el incremento de ideación y comportamiento suicida en niños y adolescentes especialmente al inicio del tratamiento. Por ello, en aquellos pacientes más jóvenes o con tendencias suicidas, es prioritario monitorizar el tratamiento fundamentalmente durante las primeras semanas y seleccionar un antidepresivo que tenga una baja toxicidad en sobredosificación.
Por otra parte, hasta el 50% de los pacientes
pueden tener dificultades en la retirada del antidepresivo, aspecto que
está condicionado por la semivida de eliminación del fármaco, dosis y
duración del tratamiento entre otros. Para evitar el síndrome de
discontinuación del antidepresivo, la retirada debe ser lenta,
reduciendo la dosis de forma gradual durante semanas/meses, y
advirtiendo a los pacientes que los posibles síntomas no son atribuibles
a una recaída de la enfermedad.
La prescripción de antidepresivos se ha duplicado en la última década, según los datos del NHS, y por supuesto también en nuestro país, tal y como refleja el informe
publicado la Agencia Española del Medicamento. ¿Estamos ante un aumento
de la prevalencia de la depresión en los países desarrollados? pues
parece que sí, pero también muy probablemente a una utilización excesiva
de estos medicamentos en los malestares de la vida diaria, tal y como PACAP de la SemFYC
nos recomiendan no hacer, aunque es indudable que la necesidad y
eficacia del tratamiento incrementa al aumentar la gravedad de la
enfermedad y que si no se trata genera un gran impacto en la calidad de
vida de los pacientes.
Podemos concluir diciendo que, antes de
realizar la prescipción de un antidepresivo, se debe dialogar con el
paciente sobre el balance de beneficios-riesgos esperados y realizar una
toma de decisiones compartidas con información realista, de lo que se
puede esperar del tratamiento y, de los efectos adversos. De esta
forma, quizás, podremos evitar leer relatos como el que manifiesta este paciente sobre sus problemas sexuales con los antidepresivos, o el de esta otra paciente que no puede dejar de tomarlos mostrado en un vídeo publicado en “The New York times”.
Eva Prieto Utiel y Ana Gangoso. Farmacéuticas de Atención Primaria.
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