lunes, 12 de diciembre de 2016

El reconocimiento de los tutores MIR


Amando Martín Zurro a, Ramon Ciurana Misol a, Eva Comín Bertrán a, Roser Marquet Palomer a

a Director y miembros del Comité de Redacción del Programa FMC

Hace ahora más de 25 años escribíamos en un documento oficial de las unidades docentes de Medicina de Familia y Comunitaria de Cataluña lo siguiente:
“Los procesos de acreditación y reacreditación de los tutores solamente serán posibles y eficaces cuando la oportunidad de ser nombrado como tal tenga los suficientes elementos de incentivación y atractivo personal y profesional para generar un cierto grado de competencia para acceder a esta situación. Este es un elemento primordial y condición indispensable para poder implementar un sistema de acreditación de tutores. No se puede exigir más rigor ni pedir cuentas a los tutores acerca de su actividad docente si no están adecuadamente reconocidos e incentivados…”.
A pesar del largo tiempo transcurrido desde aquellas reflexiones y de las múltiples iniciativas de orden legislativo estatales y autonómicas (desde la propia Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias del año 2003 hasta las más recientes disposiciones de ámbito ministerial y regional) que instan a las instituciones y centros asistenciales del sistema sanitario a establecer mecanismos efectivos de reconocimiento de la acción tutorial en el sistema MIR, la tozuda realidad en forma de historia interminable nos indica que aún hoy son minoría las administraciones autonómicas que han reglamentado este ámbito y que incluso cuando lo han hecho no han logrado satisfacer ni siquiera parcialmente las expectativas de los colectivos afectados.
Ya quedó establecido a principios de los años 90 que el reconocimiento de la acción tutorial se podía abordar bajo una o varias de las siguientes vertientes:
Documental: mediante certificados oficiales del propio centro y de otras instituciones de ámbito estatal o autonómico. Certificados que deberían ser valorados adecuadamente en concursos y, en general, para el desarrollo de la carrera profesional de los tutores.
Redistribución de la actividad asistencial, para permitir disponer de un número de horas suficiente para el desarrollo de la tutoría. En definitiva de un horario “blindado” para la docencia. Hay todavía, desgraciadamente, muchos gestores e incluso jefes de estudios que siguen pensando que la tarea del tutor se limita a recibir al residente, a mantener unas cuantas conversaciones más o menos informales con él y a rellenar las fichas de evaluación anuales y de las rotaciones. El ignorante es, como se suele decir, atrevido y no valora lo que no conoce. Desarrollar una tutoría responsable implica dominar técnicas complejas de enseñanza de adultos, de gestión de grupos y conflictos, de “feedback” formativo e informativo y de evaluación, competencias que hay que poner en práctica de forma continuada (Tutorización Activa Continua) a lo largo de cada año y que, lógicamente, implican una dedicación horaria suficiente. Una parte del problema, en nuestra opinión, sigue radicando en la minusvaloración profesional y técnica de la tutoría y en la falsa idea de que con la cobertura de unas actuaciones básicas o mínimas ya es suficiente. Evidentemente puede serlo para desarrollar una tutoría de baja calidad, insatisfactoria tanto para el tutor como para el residente. Esta vertiente de disponibilidad de tiempo es la más reclamada por los tutores, con mucha mayor intensidad que la económica que abordaremos a continuación.
Económica, en forma de complemento retributivo que reconozca el cumplimiento completo, satisfactorio, de los objetivos marcados para la acción tutorial. Volvemos a insistir en que esta no es la vertiente reivindicativa prioritaria de los tutores pero no por ello ha de dejar de reconocerse que introduce un elemento más de motivación, que por otro lado no debe suponer un incremento insoportable del presupuesto general y docente del centro, sobre todo si se diseña adecuadamente la política de necesidades de tutorización de la institución y se ajusta en función del número de residentes de los diferentes años y especialidades.
Formativo, facilitando y priorizando la participación de los tutores en actividades docentes, especialmente de tipo metodológico. Ya se ha señalado previamente que el tutor no nace enseñado, se hace, y que precisa de la adquisición de distintos componentes competenciales específicos para poder desarrollar adecuadamente su labor. La sensibilidad de los centros y sus responsables hacia estas necesidades sigue siendo baja y las ubican en un nivel de prioridad muy inferior a las de otras de índole técnico más directamente relacionadas con la actividad clínica. Por otro lado no debería olvidarse que los tutores han de estar sometidos a procedimientos de acreditación y reacreditación periódicos y que para poder superarlos han de justificar que están al día, que progresan, en las competencias propias de este ámbito.
La introducción de la troncalidad en el sistema MIR es una nueva oportunidad para finalizar satisfactoriamente este largo proceso del reconocimiento de la acción tutorial. Se introduce la figura del tutor troncal, que ha de responsabilizarse del seguimiento de los residentes durante los dos años de duración de este periodo y que ha disponer del tiempo necesario para llevar a cabo esta labor sobre residentes de las distintas especialidades incluidas en el tronco.
Tutor y residente son las figuras nucleares del sistema MIR. Sin unos tutores competentes, motivados y reconocidos, la calidad de la formación se coloca en una situación de grave riesgo. Hacemos un nuevo llamamiento a los responsables políticos y de la gestión para que acaben de una vez con esta historia interminable.

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