La práctica habitual de ejercicio físico supone una de las bases actuales
del tratamiento de la diabetes (DM). Son conocidos sus efectos
beneficiosos sobre el control glucémico, pero también sobre la cantidad y
calidad de vida de los individuos diabéticos.
No obstante, el ejercicio físico, como cualquier otro de los tratamientos de la DM, también podría ocasionar algunos efectos adversos si no se toman las medidas oportunas.
El riesgo se incrementa en el momento en que se aumentan de forma considerable los niveles de actividad física del individuo.
No obstante, el ejercicio físico, como cualquier otro de los tratamientos de la DM, también podría ocasionar algunos efectos adversos si no se toman las medidas oportunas.
El riesgo se incrementa en el momento en que se aumentan de forma considerable los niveles de actividad física del individuo.
Por tanto, se debe prestar atención tanto a aquel paciente sedentario que inicia un programa de ejercicio como a aquellos otros, ya activos, que incrementan notablemente su nivel de actividad.
Por encima de todo, la seguridad del ejercicio guarda relación directa
con la intensidad y la duración de la actividad. El control de estos
factores disminuye el riesgo cardiovascular asociado y previene
el empeoramiento de alguna de las complicaciones propias de la DM ya existentes en algunos pacientes.
Si lees el artículo completo podrás aprender cómo prescribir de forma clara y amena ejercicio a tus pacientes con o sin complicaciones crónicas, adaptándolo en cada caso
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