El cambio más radical experimentado por la especie humana en toda su
historia es demográfico: la generalización de las vidas completas, desde
el nacimiento hasta la vejez. Contrasta notablemente con un pasado
ancestral, que se prolonga hasta casi el siglo xx, en el que menos de la mitad de los nacidos conseguía sobrevivir hasta la vida adulta1.
Actualmente, una vez resuelta la mortalidad precoz, y generalizada la
supervivencia hasta la vejez, la reproducción ya no requiere de las
altas fecundidades del pasado. La tradicional forma de la pirámide de
edades está desapareciendo (envejecimiento demográfico) y los pesos
respectivos de los mayores y los niños se han invertido. Aún más, en los
países más avanzados se constata con cierta sorpresa que la esperanza
de vida no ha tocado techo todavía2;
en las últimas décadas se incrementa gracias a una inesperada y notable
mejora de la salud y la supervivencia de los mayores. Contribuye a ello
el avance sanitario y socioeconómico, pero también un factor
generacional, al llegar la vejez personas cuyas vidas previas se han
desarrollado en mejores condiciones.
http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0025775315006946
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