Fuente: Journal of the American Society of Nephrology/JAMA Internal Medicine
Hace unas semanas comentamos que
la evidencia disponible sugería un mayor riesgo de enfermedad renal,
tanto aguda como crónica, con el uso de IBPs (
Ojo de Markov nº46). En este sentido acaban de publicarse otros dos trabajos (
Xie 2016 y
Lazarus 2016) que corroboran este riesgo.
El primero,
Xie 2016,
se trata de un estudio de seguimiento de 5 años de los resultados
renales de una cohorte de veteranos de Estados Unidos que comenzaron un
tratamiento con IBP (n=173.321) o con antagonistas H2 (n=20.270).
Al comparar con antagonistas de
H2, la exposición a IBP se asoció con un aumento del riesgo de
incidencia de enfermedad renal medida en tasa de filtración glomerular
<60 ml/min por 1,73 m2 (HR 1,22; IC95% 1,18-1,26), de incidencia de
enfermedad renal crónica (ERC) (HR 1,28; IC95% 1,23-1,34), progresión de
ERC (niveles de creatinina sérica duplicados (HR 1,53; IC95%
1,42-1,65), descenso de tasa de filtración glomerular estimada >30%
(HR 1,32; IC95% 1,28-1,37) y de enfermedad renal terminal (ERT) (HR
1,96; IC95% 1,21-3,18).
Se observó una asociación gradual
entre la exposición a IBP y el aumento de riesgo de ERC en aquellos con
tratamiento superior a 30 días. Se hizo una evaluación del riesgo de
resultados renales mediante cohortes anidadas 1:1 por índice de
propensión y los resultados fueron consistentes tanto para la
comparación de IBP vs antagonistas H2 como para IBP vs controles.
En el segundo,
Lazarus 2016,
se realizó un seguimiento de 1996 a 2011 de una cohorte poblacional
hospitalaria de un estudio preexistente -ARIC- (n=10.482) y se replicó
en una cohorte administrativa ambulatoria autoadministrada -Geisinger-
(n=248.751) con valores de tasa de filtración glomerular estimada de
igual o superior a 60 ml/min/1,73 m2 de pacientes con automedicación o
prescripción ambulatoria de IBP. Se utilizó como control negativo y
comparador activo la utilización de antagonistas H2.
La variable incidencia de ERC se
definió según los códigos diagnósticos registrados en el informe de alta
o de defunción, o bien, en pacientes ambulatorios, por la presencia de
una tasa de filtración glomerular estimada sostenida de <60
ml/min/1,73 m2.
Al comparar con los que no tomaban
IBP, en la cohorte hospitalaria -edad media de 63 (5,6) años y 43,9%
hombres- se observó una asociación de incidencia de ERC y utilización de
IBP ajustada por variables clínicas, demográficas y socioeconómicas (HR
1,50; IC95% 1,14-1,96) y permaneció al comparar IBP con antagonistas H2
(HR ajustada 1,39; IC95% 1,01-1,91) y con no usuarios anidados por
índice de propensión (HR=1,76; IC95% 1,13-2,74). En la cohorte
ambulatoria también se observó riesgo de ERC frente a no usuarios de IBP
(HR 1,17; IC95% 1,12-1,23) y frente a usuarios de antagonistas H2
(HR=1,29; IC95% 1,19-1,40). La dosis de IBP de dos tomas diarias se
asoció con mayor riesgo que la de una toma (HR ajustado 1,15; IC95%
1,09-1,21).
Este último trabajo se analizó en el debate abierto en el
Journal Club on-line de Nefrología (NephJC)
a través de twitter (#NephJC) con 75 participantes entre los que se
encontraban nefrólogos, gastroenterólogos, geriatras, farmacéuticos
clínicos, residentes y pacientes además de uno de los autores del
trabajo (Perry Wilson). Las principales conclusiones fueron:
- Los datos corroboran la asociación ya
conocida de un posible riesgo de ERC con la utilización de IBP con un
número necesario para dañar (NND) preocupante (aprox. 30 en la cohorte
ARIC y 59 en la cohorte Geisinger)
- No obstante, dada la elevada prevalencia de
uso de IBP y la posibilidad de variables confundidores residuales para
factores no valorados (como fragilidad), así como la falta de una base
biológica fuerte sobre el daño renal crónico, la mayoría de los
participantes expresaron que una replicación de estos resultados podría
ser más convincente. A pesar del número relativamente bajo de NND, los
IBP tienen un aún más bajo número necesario a tratar (ej. NNT 4,
comparado con ranitidina para reflujo gastroesofágico). No obstante, la deprescripción de IBP basada en un algoritmo útil (ej. el de deprescribing.org) debería incorporarse a la práctica clínica.
En nuestro ámbito, las dos pautas de deprescripción de IBPs más extendidas son:
1. Reducir la dosis de
IBP un 50% cada 1 ó 2 semanas y, una vez alcanzado el 25% de la dosis
inicial, si no hay síntomas de rebote, retirar definitivamente.
2. Aumentar el intervalo de la dosis pautada cada 48-72 horas.
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