Hemos
dedicado varias entradas a denunciar el proceso de desregulación que ha
sufrido el sistema de evaluación y aprobación de nuevos medicamentos, que
realizan las dos agencias reguladoras más importantes del mundo, la
norteamericana FDA y la europea EMA.
En la
primera entrada “Neoliberalismo contra ciencia biomédica“,
señalábamos los principales puntos débiles (dependencia económica de las
agencias reguladoras de los fondos de la industria; intensificación de los
contactos entre reguladores y compañías; debilitamiento de las evidencias
exigidas para introducir nuevos medicamentos en el mercado; acortamiento de los
tiempos de respuesta de las agencias en la evaluación de las nuevas moléculas y
fragilidad de los mecanismos de control postcomercialización de los
medicamentos) y las principales estrategias de influencia utilizadas por la
industria para atacarlos (captura de las políticas, sesgos corporativos en los
gobiernos, políticas dominadas por las enfermedades y no por el interés
general, manipulación de las expectativas acerca de la innovación)
En la
segunda entrada de la serie, “Superventas sin evidencias: la construcción de la duda y el,
nada sutil, efecto de la ideología sobre la innovación“,
relatábamos lo acontecido con los antidiabéticos de la familia de las
glitazonas y la construcción de la duda como mecanismo para introducir y
después dilatar la permanencia en el mercado de medicamentos peligrosos.
En la
tercera entrega, “La utilización de la desesperación con fines comerciales: la
doctrina del shock en la innovación farmacológica en oncología“,
analizaba la utilización de la angustia de los pacientes y médicos, en el
caso de enfermedades muy graves, para debilitar las exigencias científicas
necesarias para obtener la aprobación de nuevas moléculas y presionar a
las agencias
En la cuarta
entrada, “La regulación pública de los medicamentos: un sistema roto”
que realizamos sobre las agencias reguladoras, siguiendo la obra “The
Influence of the Pharmaceutical Industry“ de dos profesores del King´s
College of London, Courtney Davis -Senior Lecturer en Sociología, ex-Directora
del Centre for Corporate Accountability- y John Abraham – profesor de
sociología, autor de más de 100 publicaciones sobre industria farmacéutica y
sociedad, y asesor del Comité de Salud de la House of Commons británica-
hacíamos 15 propuestas concretas para que la regulación de los medicamentos
dejara de estar al servicio de las multinacionales y siguiera poniendo en
peligro la salud de los ciudadanos: No confundir medicamentos nuevos con
medicamentos útiles; los intereses de las compañías farmacéuticas van en
sentido contrario a los intereses de los pacientes, la salud pública y la
sociedad; las agencias actualmente no defienden los intereses de los pacientes;
hacen falta ensayos clínicos mucho más informativos; las variables subrogadas
no pueden ser la base para aprobar los medicamentos; no es aceptable seguir
aprobando medicamentos sin evidencias; hay que fomentar los programas
de uso compasivo para los pacientes desesperados; la regulación está
para cambiar los incentivos de la industria; no puede permitirse que
medicamentos peligrosos continúen en el mercado; se necesitan cambios profundos
en las agencias, no solo las normas; la financiación de las agencias debe ser
totalmente pública; las compañías no pueden seguir siendo las únicas encargadas
de demostrar que sus productos sirven (ser juez y parte); hay que poner fin al
optimismo con la innovación; los procesos regulatorios no pueden ser secretos;
los pacientes deben exigir transparencia y evidencias.
Recientemente
publicábamos un texto, “Licencias adaptativas: la industria profundiza en la
desregulación de la innovación farmacéutica” de David
Hammerstein, profundo conocedor de las nuevas estrategias de la industria para
minar los mecanismos públicos de salvaguarda y control del mercado
farmacéutico, donde nos advertía de la nueva retórica de la industria, las
“licencias adaptativas”, es decir, modelos “low cost” para introducir nuevos
medicamentos, de enfoque personalizado, con mínimas evidencias.
En esta
traducimos un Editorial reciente del BMJ, “The FDA’s new clothes: The FDA does not protect patients
from harmful or ineffective drugs, but approves both” donde los
profesores Light y Lexchin siguen advirtiendo que -además de un perverso
incentivo para que la innovación sea realmente relevante- es imposible que
exista buena medicina si se sigue permitiendo que la industria introduzca sus
productos sin unas mínimas evidencias de efectividad y seguridad. Dos
artículos que aparecen en este número del BMJ ponen en evidencia los sistemas
de evaluación y seguridad empleados por la FDA: si la regulación es débil,
cuando se estudia lo que pasa realmente dentro de estas instituciones, se puede
apreciar la ligereza, improvisación y falta de garantías con la que se actúa.
Los autores además proponen el modelo del Instituto Mario Negri para
desarrollar medicamentos como alternativa al actual dominado por la industria.
Si la
regulación de los nuevos medicamentos no funciona, la medicina es una
farsa.
Increíblemente,
el poder económico sigue prevaleciendo sobre la salud pública y la buena ciencia
biomédica gracias a la colaboración de los poderes públicos.
Sigue leyendo.......http://www.nogracias.eu/2015/10/06/si-la-regulacion-de-los-medicamentos
No hay comentarios:
Publicar un comentario