Sigo navegando agradablemente por la web devolucionaria. Por
fin encuentro la opción que se adapta a mi problema , y que no es otra que la
devolución ordinaria. Obtengo un papelillo y espero que el número indicado en
el luminoso coincida con el mío. El funcionamiento de esta empresa, referente
permanente de buena gestión en las escuelas de negocio, y suma aspiración de la
sociedad moderna, es frío pero muy efectivo: estamos encantados de ir a un
lugar donde todo lo tenemos que hacer nosotros y encima pagar dinero ( además
de solicitar que “nos ajunten”).
Por su parte, mi madre acude a la consulta de revisión en un
conocido hospital público madrileño, en que además hice la residencia. Está
citada a las 2 de la tarde ( una hora ideal para conciliar las actividades de
un paciente diabético). Observa como la médico que posteriormente le atiende
sale de la consulta para comer ( se lo dice a la auxiliar en voz alta cuando
llega a buscarla una compañera). Espera pacientemente a que la doctora regrese
de tomar su refrigerio ( ella por el contrario sigue sin comer). Ésta no parece
tener mucha prisa y dedica un rato a charlar amigablemente con un representante
farmacéutico en medio de la sala de espera ( nunca mejor dicho). Por fin le
indica a la paciente que pase a la consulta. Son las 15.15: sin embargo, es atenta, educada y empátic a; se
toma su tiempo para escucharla. Considera oportuno indicarle una Resonancia
Magnética Nuclear (RMN) para lo cual debe pasar por la planta en que se dan las
citas. La paciente se impacienta, entre otras cosas porque sigue sin comer . Como
ya son casi las 4 se ha marchado a casa
todo el personal administrativo que da cita excepto uno: pero para poder
hablar con él hay que sacar un número de una máquina muy parecida a la de Ikea:
da tres tipos de citas: cita , cita combinada o consulta infantil. Pulsa el botón para ticket de cita, pero
no hay papel. Tampoco lo hay si pulsas cita combinada por lo que acaba por
pulsar consulta infantil y espera turno. Cuando por fin llega, le reprenden
porque es evidente que ella no es un paciente infantil. Responde que ya lo
sabe, y que no quería engañar a nadie pero que no había papel en las otras citas : le censuran su actitud porque
mientras los pacientes de cita, o de cita combinada esperan hora y media, las
consultas infantiles solo tardan diez minutos en ser atendidas ( un gesto de
gran humanidad). Con el apercibimiento de “que sea la última vez” pasan a
atenderla…para decirle que se ha equivocado de ventanilla y que las citas de la
RMN se dan en otra planta. Cuando comenta que ella no sabe en que lugar se dan
las citas y que lleva ya tres horas en el hospital ( sin comer) el
administrativo se encoge de hombros: “ es lo que diga la máquina”.
En el tanatorio de Santa Fe por el contrario no hay máquina
expendedora de servicios. Sin embargo la infiltración del modelo Ikea llega a los más recóndito lugares,
incluido algo tan íntimo y triste como la muerte de alguien querido. Al
“cliente” funerario se le informa al llegar del amplio abanico de alternativas funerarias:
la atención religiosa por ejemplo,
tiene un coste de 90 euros al que hay que añadir 30 de alquiler de sala
para el acto religioso ( como si fueran módulos de un mueble infantil). Pero la imparable tendencia a que el usuario acarree con toda la
carga de trabajo alcanza una nueva cima en los tanatorios modernos: en pleno
duelo, un eficiente operario demanda con urgencia al familiar una información clave: el número exacto
de comulgantes. Ahora que tantos oficios desaparecen, loable es la creación de
nuevas ocupaciones: ya está aquí
el cuentahostias
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