Uno
de los pocos privilegios que el tiempo nos da a los que ya peinamos
canas, es el de poder mirar atrás y reflexionar sobre lo que uno quería
hacer, lo que logró y lo que quedó olvidado por el camino. Agradezco al
Comité Editorial del blog de la SEFAP su generosa invitación, que me ha
permitido seguir reflexionando sobre nuestra trayectoria, que en sus
casi treinta años de vida, como la de otros colectivos, ha atravesado
momentos buenos y menos buenos, pero siempre sin duda ilusionantes.
Llegué tarde a la que considero mi vocación. Qué le vamos a hacer.
Mientras que en otras CCAA gestionadas por el antiguo INSALUD o ya
transferidas los FAP mostraban importantes avances profesionales, la
Comunidad Valenciana fue una de las últimas en incorporarlos formalmente
y así, estrenamos milenio dando los primeros pasos en la Atención
Primaria.
Para la mayoría de los que entonces nos incorporamos de novo,
supuso un cambio de paradigma y un desafío para el que nadie nos había
preparado. Muchos, formados en hospitales y acostumbrados al contexto de
inmediatez asistencial del paciente agudo, nos metimos de lleno en un
proyecto donde las prioridades eran dar atención a pacientes con
patologías crónicas y las actividades preventivas y de promoción de la
salud, en un entorno poblacional y profesional geográficamente disperso,
por no mencionar la escasez de recursos. Todo un reto.
Recuerdo el torbellino de actividades formativas y organizativas de
aquella época y desde la distancia, valoro y agradezco el apoyo que nos
brindaron compañeros de la SEFAP en aquellos primeros años. Entiendo el
esfuerzo y el desgaste humano y corporativo que supone, especialmente
para una sociedad pequeñita como la nuestra, facilitar a nuevas
generaciones de FAP, una y otra vez, la formación y capacitación que
hace tiempo debería haber estado reglada desde los ámbitos académicos
y/o sanitarios.
En aquellos primeros años encontré un colectivo joven y competente
-muy competente- que con determinación y ganas manejaba conceptos para
mi entonces novedosos. Unos compañeros que buscaban su espacio en un
modelo por entonces apasionante de Atención Primaria con una apuesta
clara por formar parte de él. Esta vocación que siempre nos ha
acompañado, ha sido, desde nuestro nacimiento, una «fortaleza normativa»
y probablemente nuestro mayor reto.
En el desempeño de nuestras actividades, que en aquel tiempo ya se
advertía heterogéneo entre CCAA, llevó a la SEFAP (entiendo que por
recapitular y poner un poco de orden) a publicar en 1997 la «Cartera de
servicios básicos de los FAP» para posteriormente editar, en el año
2006, el «Manual de Farmacia de Atención Primaria» con un enorme esfuerzo colectivo en el que participaron más de 100 compañeros.
Como profesionales hemos tenido que adaptarnos con resignación a los
vaivenes que a cada uno le ha tocado vivir y nuestra proximidad a la
gestión sanitaria (tanta que algunos han acabado reconociéndose en
ella), ha afectado en ocasiones la imagen que otras sociedades
científicas han tenido del FAP. Pese a todo, en nuestro recorrido hemos
sido capaces de construir un currículum profesional propio que orienta
todas nuestras actuaciones.
De esos primeros años surge nuestra necesidad por formarnos en temas
tan ásperos como la farmacoeconomía, nuestra destreza para elaborar
estudios de utilización de medicamentos -estudios de los que surgieron
iniciativas para mejorar-, nuestra tenacidad para recabar, elaborar y
compartir información a todos los profesionales o nuestra defensa del
modelo de atención farmacéutica integral y transversal que ahora todo el
mundo parece reclamar (enlace 1 y enlace 2).
La práctica en estas disciplinas, tan usuales para nosotros que
incluso a veces hemos tenido la tentación de dejarlas de lado, junto con
una planificación rigurosa de actividades (restringidas esencialmente
al ámbito de la Atención Primaria) han proporcionado al FAP una visión
más amplia de lo que constituye el Sistema Sanitario. En nuestro día a
día, hemos aprendido que establecer objetivos para Atención Primaria
requiere una buena planificación, pero también transversalidad y
coordinación con otros colaboradores necesarios, entre los que se
encuentra la atención hospitalaria, sociosanitaria y comunitaria.
Lamentablemente, la vocación asistencial del FAP manifiesta en los
dos documentos citados, salvo honrosas excepciones, ha quedado
prácticamente en el tintero. La falta de recursos, especialmente el
acceso a registros clínicos, pero sobre todo nuestra dedicación casi
exclusiva a funciones técnico-administrativas, aunque no por ello menos
importantes, nos han restado la capacidad para crecer.
Dicen que «en tiempos de mudanza, templanza». Ahora soplan vientos de
cambio, de integración pero también de empoderamiento de la Atención
Primaria y no creo que sean tiempos de moderación.
Como exponía nuestra compañera Carmela Mozo en el 57 Congreso de la SEFH, la integración clínica debe sostenerse en una relación entre iguales, en una política común centrada en el paciente, una asignación de responsabilidades individuales y una visión global y compartida
y ese es modelo que debemos reivindicar. No se trata de simplificar
estructuras en una integración organizativa de la que ya conocemos
fracasos, sino de compartir visión y objetivos, dando mayor autonomía a
las partes.
La creación inminente de una especialidad común debe ser un hito para
la Farmacia de Atención Primaria y una oportunidad magnífica para
crecer. Hemos creado un perfil propio que nos distingue de otros
profesionales, especialmente de la farmacia de hospital de la que muchos
de nosotros procedíamos. Esta visión global y a más largo plazo frente a
la «inmediatez», debe ser nuestra principal contribución a la futura
especialidad.
Por nuestra parte, el acceso a una formación reglada debe obligarnos a
dar el paso fundamental para el desarrollo asistencial del FAP sin
perder nuestra identidad, dirigiendo nuestra actuación no solo hacia el
profesional sanitario sino, sobre todo, hacia el paciente.
Volviendo a mis recuerdos, la encrucijada actual me trae a la memoria el
impulso que experimentaron los servicios de farmacia de hospital a
principios de los 80 al que tanto contribuyó la regulación de los
servicios de farmacia de 1977, pero sobre todo la incorporación de
residentes. Los compañeros de hospital fueron capaces, no sin esfuerzo,
de poner en valor sus ideas, sus competencias y sus aspiraciones,
apostando firmemente por implantar su modelo.
Ahora nos toca a nosotros y para ello debemos tener liderazgo, ser
ambiciosos y trabajar para estar a la altura de lo que socialmente se
nos demanda. De lo contrario, como decía el replicante de Blade Runner,
todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia.
Entrada elaborada por Pedro Cervera Casino
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