La psiquiatría actual, en su mayor parte, presume de ser biológica. Seguidora de un paradigma biológico (bio-comercial,
decimos algunos), que no es en realidad tal, sino más bien neuroquímico
y neurogenético. La vida mental humana, sana o enferma, se reduce,
pues, a una cuestión de receptores sinápticos, neurotransmisores y genes
que los determinan. Y es esta cuestión de la relación entre los
hallazgos genéticos y las (llamadas) enfermedades mentales de lo que
intentaremos hablar en esta entrada.
Digamos antes de nada que
nosotros no creemos en entes inmateriales (alma, espíritu o como
queramos llamarlos) como gobernantes o directores del cuerpo material.
El ser humano es materia y nada más (ni nada menos) y no tenemos noticia
de que nadie haya demostrado otra cosa. Luego esa materia, a nivel
corporal y, concretamente, cerebral, puede tener como propiedad emegente
lo mental, pero que no dejaría de ser una mera manifestación de lo
físico. Como recurrente analogía, citaremos otra vez el ejemplo de la
Tierra y la gravedad. Ésta es una propiedad plenamente material y
física, aunque no se encuentra su esencia cavando en la tierra ni se
explica la misma por la composición geológica del planeta.
El ser humano, material pues, se
construye a partir de un código genético. Dicho código, diferente para
cada individuo (excepto en los casos de gemelos monocigóticos),
proporciona las instrucciones para la síntesis proteica a través de la
cual el organismo posee una serie de características. No sólo referentes
al aspecto físico o composición orgánica, sino a predisposiciones a
diferentes eventos vitales (considerados morbosos o no) y, como decían
ya los antiguos, un cierto temperamento. Como opinará
probablemente cualquier persona que haya tenido hijos, cada bebé tiene
una cierta forma de ser desde el minuto uno del nacimiento (y
posiblemente también antes). Y conste que no pretendemos restar ni un
ápice de importancia a factores como la educación, la crianza o las
relaciones familiares. Precisamente porque creemos que estos factores
son a su vez determinantes en el desarrollo de la persona es por lo que
los gemelos idénticos (iguales genéticamente al 100%), luego no son
iguales al 100% ni físicamente ni, si se nos permite la palabra,
psíquicamente. Por ejemplo, los estudios más defensores del papel
genético de la esquizofrenia no llegan a una concordancia del 50% para
gemelos monocigóticos.
Así pues, tenemos una carga
genética que determina una serie de características a nivel físico y,
posiblemente, psíquico, entendidas como temperamento. Ya que, en nuestra
opinión, dicho temperamento basal nada tiene que ver con almas o
espíritus inmateriales, sino con la organización corporal y cerebral de
ese organismo, ordenada por su estrucutra genética. Luego vendrá la
vida, a hacer y deshacer, pero siempre sobre la base de lo que es dado
ya en el nacimiento.
El paradigma biológico en
Psiquiatría defiende una causalidad biológica para las enfermedades
mentales (la defiende, pero aún no la ha encontrado, salvo que recurra a
la trampa habitual de mezclar enfermedades neurológicas con
psiquiátricas y cite la demencia, el Parkinson o la neurosífilis...). Y,
en muchos casos, se busca dicha causalidad a nivel de hallazgos
genéticos en poblaciones de pacientes (ya que los neurotransmisores ya
no dan más de sí y no hay forma de mantener la hipótesis dopaminérgica
si pensamos en la clozapina o la hipótesis serotoninérgica si ha
caducado al patente del Prozac y hay que promocionar los duales...). Es
decir, parece que el pensamiento psiquiátrico biológico viene a ser: demostremos
un origen genético de tal enfermedad y habremos demostrado la
causalidad biológica, y por lo tanto la existencia, de dicha enfermedad
biológica.
El argumento vendría a ser así:
1.- Tenemos pacientes a los que diagnosticamos la enfermedad mental X.
2.- Estudiamos
su código genético en comparación con pacientes con otras enfermedades y
con controles (ya saben que todos, todos, todos, los estudios
científicos actuales en psiquiatría son tan metodológicamente correctos
como esto).
3.- Encontramos
que hay un gen, o un grupo de ellos, que se asocia con los pacientes y
no con los grupos controles (también sería importante que dicha
asociación existiera en un porcentaje amplio de pacientes, para no dar
pábulo a estudios vergonzosos como éste).
4.- Por lo
tanto, la enfermedad está causada genéticamente, es de naturaleza
biológica, y quien defienda lo contrario es un antipsiquiatra sin
redención.
El problema es que este argumento, desde el punto de vista lógico, es tramposo.
Y la trampa está en que en
niguno de sus pasos se ha demostrado que la entidad X sea realmente una
enfermedad. Porque tal demostración es imposible, ya que los genes son
entidades biológicas, pero las enfermedades son constructos
socioculturales (basados o no en determinadas características
biológicas). Desde un punto de vista epistemológico, no puede
demostrarse que algo sea una enfermedad porque tenga o deje de tener un
origen genético.
El concepto de enfermedad es sumamente problemático y ya alguna vez hablamos acerca de ello. En líneas generales, se podría aceptar que enfermedad
sería aquella condición biológica que ocasiona una disminución en la
calidad o cantidad de vida, o diversos tipos de molestias, dolores,
malestares o repercusiones. Por ejemplo, el sarampión es una enfermedad,
porque ocasiona unos síntomas, un riesgo de complicaciones y se debe a
un agente infeccioso. Y por parte de muchos psiquiatras infantiles
(curioso doble significado, por cierto), el TDAH es una enfermedad,
porque ocasiona unos síntomas, un riesgo de complicaciones y se debe a
una predisposición genética.
Pero esta analogía también es
tramposa, porque el sarampión produce síntomas objetivables con
independencia del contexto sociocultural, como fiebre, erupción cutánea,
etc. Mientras que el conjunto de síntomas que llamamos TDAH se
consideran enfermedad en los manuales de psiquiatría de 2011, pero no
están recogidos en ningún apartado de manuales de psiquiatría de los
años 70, como el de Ajuriaguerra o el Compendio de Psiquiatría de Kaplan
de 1975. Es decir, el TDAH se conceptualiza como enfermedad por una
determinada cultura (y, como todo en la vida, en base a determinados
intereses, conscientes e inconscientes, por parte de los múltiples
agentes involucrados), pero tal conceptualización es una condición a priori
no demostrada por medio de ningún dato objetivo (como serían la fiebre o
las lesiones cutáneas en el sarampión). Cuando éramos pequeños
disfrutábamos leyendo las aventuras de Zipi y Zape, que eran
dos niños muy traviesos que hacían la vida imposible a sus padres y
maestros. Hoy en día los dos tendrían un diagnóstico de TDAH, un
certificado de discapacidad y un tratamiento crónico con
psicoestimulantes y posiblemente neurolépticos.
Y, según el paradigma médico, la
enfermedad debe ser una condición biológica. Es decir, un proceso
biológico con una causa biológica. O llegaríamos a absurdos tales como
considerar la pobreza o la exclusión social, tan dañinas por otra parte,
como enfermedades (o bien a considerar enfermedades constructos tales
como el oposicionismo o la antisocialidad...). Pero,
evidentemente, no toda condición biológico con causa biológica (genética
o no) es una enfermedad. El hecho biológico es objeto de la ciencia
natural, pero el acto de definir un hecho biológico como enfermedad o
no, es un acto cultural, objeto por tanto de las ciencias sociales.
En este orden de cosas, el
razonamiento desde los puestos de la psiquiatría biológica es que, si
encuentan la causa genética del TDAH (cosa que no se ha hecho, aunque algunos
lo vayan anunciando antes de tiempo) o de cualquer otra enfermedad
mental (cosa que tampoco se ha hecho), ello demostraría de hecho la
existencia de dicha enfermedad.
Pero este razonamiento es mentira.
Porque encontrar la causa genética de algo no demuestra en absoluto que ese algo sea una enfermedad.
Ser pelirrojo implica poseer determinado patrón genético y se hereda de forma clara. Pero ser pelirrojo no es una enfermedad.
El código genético implica una
determinada configuración en el organismo humano. A lo mejor, implica
que si cambia una base en el DNA, se sintetizará la hemoglobina con un
aminoácido diferente y los glóbulos rojos tendrán una forma distinta que
provocará su rotura en los vasos, con la consiguiente anemia
falciforme. Está determinada genéticamente. Pero que sea una enfermedad
no viene demostrado por su causa genética sino por el hecho clínico de
que la cifra de hemogobina disminuye y ello supone una serie de síntomas
y riesgos físicos.
El código genético implica una
determinada configuración en el organismo humano. A lo mejor, implica un
temperamento más exaltado e inquieto, más tendencia a la distraibilidad
(por no hablar del sin duda clave papel que la educación del niño y sus
circunstancias sociales y familiares juegan en todo ello). Pero si
encontramos un gen o varios que determinan ese temperamento, ello en
absoluto demuestra que tal temperamento sea una enfermedad, Es nuestra
cultura la que escoge que los niños deben estar quietos y atendiendo
para no ser considerados enfermos (pero no demasiado, o les
consideraremso depresivos). Y para lograr esa socialización, por otra
parte imprescindible en el ser humano, se escoge la
desrresponsabilización de todos: niños, padres, maestros y sanitarios...
Mal camino, nos parece. La semana pasada, la ministra de Sanidad nos
obsequió con la noticia de que uno de cada cinco niños y adolescentes de este país era un enfermo mental
necesitado de tratamiento. Entendemos que la campaña por la creación de
la especialidad de psiquiatría infantil está en su apogeo pero aún así,
tal noticia, sin datos de ningún estudio epidemiológico que la avale ni
remotamente, nos parece no sólo falsa y absurda, sino directamente
dañina para la opinión pública y la sociedad que poco a poco (o mucho a
mucho) vamos creando entre todos. Conseguiremos acabar con el estigma de
la enfermedad mental sólo al precio de ser todos enfermos y estar ya
todos bajo tratamiento.
Pero volvamos al tema de hoy, que el cabreo nos hace dispersarnos...
Pero volvamos al tema de hoy, que el cabreo nos hace dispersarnos...
Hay hechos biológicos de origen no genético que se consideran enfermedades, como el sarampión.
Hay hechos biológicos de origen genético que se consideran enfermedades, como la anemia falciforme.
Hay condiciones genéticas que son consideradas enfermedades, como la corea de Huntington.
Hay condiciones genéticas que no son consideradas enfermedaes, como el hecho de ser pelirrojo.
Una cosa es que un determinado
evento sea de origen genético, lo cual sólo puede ser cierto o falso, y
otra cosa es que tal evento sea considerado una enfermedad, lo cual está
sujeto a opinión y a cambio, según la evolución de una determinada
cultura. Por ejemplo, hoy en día mucha gente defiende la no
consideración del síndrome de Down como una enfermedad, sino como una
diferencia frente al patrón común. Pero nadie discute su origen
genético.
En fin, que a la hora de hacer
ciencia (cosa que creemos importante, aunque luego nos acusen de
antipsiquiatras) hay que saber un poquito de epistemología y diferenciar
niveles. Porque si no, identificamos genética con enfermedad y podemos
acabar medicando a los pelirrojos por considerarles enfermos, ya que
tienen un patrón genético como causa de su diferencia...
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