La cervicalgia, o más comúnmente conocida como “dolor de cuello”, es una
alteración músculo-esquelética muy prevalente, habida cuenta que el
50-70% de los ciudadanos (EEUU) han tenido esta experiencia al menos una
vez en sus vidas. La incidencia anual se situa alrededor del 16-18% de la población.
Los dolores de nuca son habitualmente previsibles y el 85% se deben a
traumas repetidos, stress crónico y traumas agudos (latigazo cervical,
por ejemplo), sin embargo al respuesta al tratamiento es muy variable.
Por ejemplo, aquellos relacionados con accidentes de tráfico tienen un
mal pronóstico. Así, señalan que a los 10 años del latigazo cervical, el
79% habrían mejorado, pero menos de la mitad (43%) lo habrían hecho “ad
integrum”, sin dolor; y un tercio (32%) mantenían un dolor persistente,
entre moderado o importante.
La utilización de collarines como tratamiento de esta patología y
con la intención de inmovilizar el cuello es un asunto en cierta manera,
aún hoy, controvertido. Los collarines cervicales blandos, por
ejemplo, permiten un cierto grado de movimiento y reducen el dolor en un
76% de los pacientes, señalan. Sin embargo, su beneficio sintomático
solo es a corto plazo desconociéndose su efecto a largo plazo, aunque si
se ha documentado efectos adversos en su utilización crónica por la
atrofia muscular debida a la inmovilización que podría condicionar daños
a nivel muscular, óseo, capsular y tendinoso.
Los collarines rígidos se prescriben con el objetivo de estabilizar la
columna tras cirugía, fracturas o luxaciones, pudiendo ocasionar los
efectos secundarios de los blandos, además de dolor, problemas en la
respiración, isquemia tisular, dificultad para las curas de enfermería,
riesgo de aspiración…
Por ello, la utilización de los collarines en traumatimos cervicales no está exento de controversia.
Los latigazos cervicales (LC) (whiplash) definidos como lesiones en
los tejidos blandos de la columna cervical a consecuencia de una
hiperflexión-hiperextensión o rotación brusca, en ausencia de fracturas,
luxaciones o herniación discal, son comunes en los accidentes de
tráfico y habitualmente tratados con analgésico y collarín cervical. En
este punto, aunque hay trabajos que abordan la cuestión, no existen
criterios o recomendaciones para saber a qué tipo de enfermos deben
prescribirseles la inmovilización de la columna y a quienes no.
Un estudio del 1986 de Mealy et al, comparando inmovilización (dos
semanas) frente a movilización activa en pacientes con LC a los 8
semanas, el grupo de movilización activa mejoró el dolor y la movilidad
de la columna.
Otro estudio, Mckinney et al, mas a largo plazo (2 años), 247 pacientes
en tres grupos; fisioterapia, consejos de movilización activa, y
tratamiento conservador (collarín), a los dos años no se encontraron
diferencias significativas entre el grupo de fisioterapia y el de
collarín, pero sí con el de movilización precoz, con menor
sintomatología a los 2 años del inicio. Otros estudios (Rosenfeld et al,
Kongsted et al…), han ido en el mismo sentido, siendo la prescripción
de ejercicio físico precoz superior a la inmovilización con collarín
cervical.
En este sentido, la Cochrane Database (2007)
aunque se hizo eco de estas evidencias no postuló unas conclusiones
definitivas. De ahí que se ha postulado que utilizar un collarín blando
en ausencia de lesiones evidentes no es la mejor alternativa, pues la
mejoría temporal del dolor se salda con un incremento en el tiempo de
recuperación (Logan et al). Lo recomendado sería analgésia y un programa
de ejercicios y fisioterapia si los síntomas se mantienen.
Eso no quiere decir que la utilización del collarín sea perjudicial,
pues puede ser útil dentro los primeros 10 días (no hay estudios que
digan lo contrario) para reducir el dolor, más allá de este tiempo se
incrementan los riesgos.
En el dolor cervical radicular (afectación raíz nerviosa por hernia,
espondilosis, trauma, o tumor) con dolor, parestesias, debilidad…la
utilización del collarín cervical tampoco queda clara, pues los estudios
son pequeños, falta de grupo control y los resultados no son
concluyentes. Su utilización podría ser útil pero siempre en combinación
con otras terapias.
Si que queda clara su utilidad para estabilización de la columna
cervical en subluxaciones atlantoaxiales y en fracturas vertebrales
cervicales fruto de traumatismos de la columna.
En conclusión, la utilización del collarín tras tener un diagnóstico
claro y durante el mínimo tiempo imprescindible para calmar el dolor. A
partir de aquí, movilización precoz acompañada de analgésia.
Stefan
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