jueves, 25 de julio de 2013

AINES y IECAS/ARAII, como fármacos nefrotóxicos



Antiinflamatorios no esteroideos
Aunque la prevalencia de la nefrotoxicidad por AINE es baja (1-5%), el impacto en la población es importante debido a su elevado uso.
Los AINE pueden producir nefrotoxicidad por múltiples mecanismos. La principal causa se debe a su acción inhibitoria de la síntesis de prostaglandinas, que produce una resrespuesta vasodilatadora ineficiente de la arteriola aferente y conduce a un cambio de la presión glomerular y un detrimento de la tasa de filtración a este nivel.
Esta alteración de la hemodinámica puede provocar una necrosis tubular isquémica aguda, aunque también pueden producirse con menos frecuencia alteraciones como nefritis intersticial aguda y síndrome nefrótico por glomerulopatía. El uso prolongado puede producir insuficiencia renal crónica por necrosis papilar.
El pronóstico suele ser favorable, ya que la función renal se recupera habitualmente tras la retirada del AINE.
En la práctica clínica, los AINE a nivel renal pueden producir hipertensión, proteinuria secundaria a enfermedad glomerular, hiperpotasemia y fracaso renal agudo, especialmente en pacientes con insuficiencia renal previa.
Los efectos adversos renales pueden presentarse con las primeras dosis o bien después de años de consumo.
Para disminuir el riesgo, debe evitarse al máximo el uso de AINE en pacientes de moderado a alto riesgo (pacientes con disfunción renal previa y/o con hipoperfusión renal) y evitar la utilización conjunta con fármacos que disminuyan también el flujo renal (IECA, ARA II o diuréticos).
El paracetamol es una alternativa más segura en pacientes con insuficiencia renal, ya que raramente es nefrotóxico, excepto cuando se combina con alcohol.
Si la utilización del AINE es imprescindible, debe usarse la dosis menor y durante el menor tiempo posible.
Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina/antagonistas de los receptores de la angiotensina II
La inhibición de la angiotensina II induce una vasodilatación selectiva de las arteriolas eferentes y se reduce la tasa de filtración glomerular.
En algunos casos, como en los pacientes diabéticos, esta vasodilatación puede tener un efecto beneficioso, ya que la reducción de la presión intraglomerular provoca una disminución de la proteinuria.
Por eso, al inicio de un tratamiento con fármacos que bloquean el sistema renina-angiotensina (IECA, ARA II) puede presentarse un ligero incremento de la cretatinina sérica, que siempre que sea inferior a 20-30% de la basal debe considerarse como que la presión glomerular se ha reducido adecuadamente y, por lo tanto, es beneficioso para la progresión de la enfermedad renal. El riesgo de hiperpotasemia en pacientes que toman inhibidores del sistema renina-angiotensina es de aproximadamente el 3%, pero se incrementa si se presentan otros factores de riesgo como la administración de otros fármacos como los diuréticos antialdosterónicos y los AINE.
En general, debe considerarse una situación de riesgo peligroso cuando se acompaña de hiperpotasemia (K > 5,5 meq/l) o cuando el deterioro es > 30%. En estos casos, si persisten las cifras elevadas a pesar de corregir otros factores predisponentes, debe suspenderse el fármaco.
Los IECA y los ARA II pueden producir también nefritis intersticial y necrosis tubular aguda.
El riesgo aumenta, sobre todo, cuando se usan con AINE o diuréticos y en pacientes de edad avanzada.

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