El temblor es un movimiento involuntario, rítmico y oscilatorio de una parte del cuerpo1, causado por contracciones alternas de músculos agonistas y antagonistas2,3. La existencia de un ciclo regular en el movimiento lo diferencia de otros trastornos del movimiento como la corea (actividad inquieta e irregular que parece fluir de un área a otra) y los tics (movimientos estereotipados breves, complejos, repetidos, bajo algún control voluntario)4. Es el trastorno del movimiento más frecuente en la práctica clínica5,6. Los tipos de temblor que con más frecuencia se ve en la consulta de Atención Primaria (AP) son: el temblor fisiológico exagerado, el temblor esencial (TE) y el parkinsoniano7,8, siendo todos más frecuentes en personas de edad avanzada.
La prevalencia es difícil de valorar, especialmente en el caso del TE, porque una parte de los pacientes no lo consultan, por lo que se cree que está infradiagnosticado. Se estima que padecen TE entre un 0,4 y un 3,9% de la población general9. En España, el estudio poblacional NEDICES obtuvo una prevalencia de TE del 5% en ancianos10. Otro metanálisis estimó una prevalencia global del 6,3% en mayores de 60 años11,12.
En cualquier caso, es un problema frecuente, que a menudo comienza en personas en edad laboral y que puede progresar hasta afectar al empleo. Los efectos emocionales pueden ser más significativos que las discapacidades físicas; los pacientes pueden desarrollar vergüenza social e incluso depresión11.
Una pronta identificación y tratamiento del temblor patológico, aunque no modifican la enfermedad, pueden suponer una mejora precoz en la calidad de vida.
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