(The lancet) "Repensando" sobre el dolor crónico. (Editorial).

 "El dolor crónico es real. Se merece que nos lo tomemos en serio".

https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(21)01194-6/fulltext?rss=yes

Vivir con dolor crónico es vivir con desafíos diarios en torno a tareas simples que otros dan por sentado. A menudo significa ser incrédulo, estigmatizado por no mejorar o juzgado por no afrontar la situación. Podría significar vivir con mala salud mental y autoestima, absentismo escolar o laboral, ruptura de relaciones y desventaja socioeconómica. Para la sociedad, los costos son asombrosos: el dolor lumbar es la principal causa de años perdidos por discapacidad y el dolor crónico cuesta miles de millones de dólares debido a los gastos del sistema de salud, las pérdidas de productividad, la reducción de la calidad de vida y la atención informal.

La serie Lancet sobre el dolor crónico desacredita un concepto erróneo común del dolor crónico como indicador de una lesión continua que requiere la suspensión de la actividad. En cambio, el dolor crónico es a menudo producto de señales neuronales anormales, con dimensiones biopsicosociales que requieren un enfoque de tratamiento multimodal. Pero el dolor crónico es complejo y el tratamiento puede ser complicado, como muestran las preocupaciones sobre las pautas del Reino Unido. Muchos médicos y pacientes no comprenden las opciones de tratamiento; pueden depender únicamente de la medicación. El uso de costosas técnicas de neuromodulación también está aumentando, a pesar de una base de evidencia limitada, como se sintetiza en la Serie. La dependencia excesiva de medicamentos o dispositivos puede verse impulsada por una comercialización agresiva de la industria, la falta de acceso a servicios multidisciplinarios, como fisioterapia o psicología, e incentivos financieros perversos para consultas más breves, prescripción de medicamentos e intervenciones invasivas. En los países de ingresos bajos y medianos (PIBM), el acceso limitado a cualquier opioide, el miedo a los opioides y las creencias culturales sobre el dolor son barreras adicionales.