Últimamente oímos hablar mucho de los pasos de gigante que la telemedicina está dando a raíz de la pandemia del coronavirus. Algunos creen que hemos avanzado 5 años y otros que en un mes hemos conseguido lo que llevábamos intentando desde hace 10 años, dice J. M. Alaball, colaborador de este blog y uno de los autores de dos estudios recientes que concluyen que la consulta telemática reduce de un 55 a un 79% la consulta presencial.
Si bien el trato humano sigue siendo una de las claves de la relación entre profesionales de la salud y pacientes, los beneficios que aporta la telemedicina a un sistema sanitario ya muy saturado antes de la COVID-19 son evidentes: prevención, seguimiento, monitorización, atención domiciliaria, preparación de intervenciones, consulta interprofesional, transiciones, etc.
Este artículo pretende revisar, sin ningún afán de dar pistas mágicas sino únicamente con sentido común, algunas ideas sobre como preservar la conexión humana en la consulta virtual –por cierto, hay que recordar que la consulta presencial no implica necesariamente mayor empatía, pero esta discusión la dejamos para otra ocasión–. También hemos de suponer que la plataforma y el ancho de banda, elementos básicos para poder establecer una comunicación virtual viable y fluida, funcionan correctamente.
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