Cloroquina (CQ)/Hidroxicloroquina (HCQ) son dos agentes antivirales genéricos que han demostrado actividad frente al virus del SARS y cuyo uso se está investigando frente al coronavirus (COVID-19). Se han iniciado al menos 10 ensayos en diferentes países; en los realizados en China, la pauta administrada fue de CQ 500 mg/12 h o HCQ 400 mg/12 h durante 10 días. Estas dosis elevadas han generado preocupación sobre el daño retiniano.
CQ y HCQ son suficientemente conocidas por los oftalmólogos dada la toxicidad retiniana advertida en tratamientos de larga duración frente al lupus eritematoso sistémico (LES) y otras enfermedades reumáticas. La AAO ha constatado que las retinopatías no se suelen manifestar después de un tratamiento de 10 años o más a dosis < 5 mg/kg. Sin embargo, la dosis propuesta para tratar la COVID-19 es entre 4 y 5 veces mayor a la recomendada, por lo que es importante que los diferentes especialistas estén informados sobre sus posibles riesgos oculares.
Para LES, mieloma y tumores sólidos se han administrado dosis de hasta 1200 mg/d durante 6 semanas sin que se haya reportado pérdida visual, si bien no se han realizado exámenes oftalmológicos detallados. En un estudio de 2015, en el que los pacientes recibieron 1000 mg/d, la TCO mostró cambios en la zona elipsoide parafoveal de 2 pacientes tras 11 y 17 meses, y toxicidad después de 15 y 25 meses. Ninguno de los otros pacientes mostró daño. Por tanto, existe evidencia de que las dosis altas aceleran la toxicidad retiniana, pero con un curso de tiempo probable de muchos meses en lugar de días.
Actualmente, en Francia se ha pre-publicado un estudio sobre 22 pacientes infectados por COVID-19 a los cuales se les administró HCQ 600 mg/d durante 10 días para reducir la carga viral. El número de casos positivos para PCR disminuyó casi un 50 % en relación con los controles, y bajó casi a cero al agregar azitromicina. Esta dosis es aproximadamente 2 veces superior a los niveles promedios recomendados por la AAO y no debe tener riesgo de retinopatía en este período de tiempo.
Los oftalmólogos deben estar atentos a los resultados de los ensayos en curso para establecer la dosis en función del peso y la duración del tratamiento, así como determinar los riesgos de que se produzca una retinopatía. La literatura anterior solía citar HCQ 1000 g/d como una dosis tóxica, pero las medidas de uso absoluto son engañosas frente a la retinopatía, ya que la toxicidad se relaciona con la dosis respecto al peso. Los ensayos a corto plazo (menos de 2 semanas) tendrán un riesgo insignificante incluso con una dosis de 5 a 6 veces mayor a la dosis máxima recomendada habitualmente de 5 mg/kg/d. El uso durante algunos meses tendrá bajo riesgo con dosis inferiores a 3-4 veces el nivel habitual. Sin embargo, si los médicos sugieren el uso de estos medicamentos durante un más de un año, el autor recomienda mantenerse dentro de la recomendación de la AAO y realizar pruebas de detección anualmente.
El autor indica, para finalizar, que no considera que el cribado oftálmico sea necesario para los pacientes con COVID-19 a los que se les administra CQ o HCQ durante menos de 2 semanas, pues el riesgo de daño retiniano es bajo, incluso a dosis altas. Los nuevos protocolos deberán evaluarse en relación con el riesgo de retinopatía que pueda presentar la dosis y duración del tratamiento. Ante la situación actual, el papel de los oftalmólogos es transmitir a profesionales y pacientes que la retinopatía no debe ser motivo de preocupación con respecto al uso de CQ o HCQ para el coronavirus.
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