El propósito de este estudio fue evaluar la asociación entre la actividad física y la mortalidad en el marco de la cohorte de base poblacional European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition-Norfolk. Los participantes fueron 14.599 hombres y mujeres (de 40 a 79 años), evaluados al inicio del estudio (1993 a 1997) hasta 2004 según su estilo de vida y otros factores de riesgo; hasta 2016 se registró la mortalidad (mediana de 12,5 años de seguimiento).
En base a cuestionarios y monitorización de la frecuencia cardíaca, se estimó el gasto energético por actividad física (siglas en inglés, PAEE); el criterio de valoración principal fue la mortalidad por cualquier causa, por enfermedad cardiovascular y por cáncer, ajustando por edad, sexo, datos sociodemográficos y cambios en el historial médico, la calidad general de la dieta, el índice de masa corporal, la presión arterial, los triglicéridos y los niveles de colesterol.
Durante 171.277 años de seguimiento se produjeron 3.148 fallecimientos. Los aumentos a largo plazo en la PAEE se asociaron inversamente con la mortalidad, independientemente de la PAEE inicial. Por cada aumento de 1 kJ/kg/día por año en PAEE (equivalente a una trayectoria de inactividad al inicio y, de forma gradual durante cinco años, cumplir con las pautas de actividad física mínima de la Organización Mundial de la Salud de 150 minutos/semana de actividad física de intensidad moderada ), las hazard ratios fueron: 0,76 (95% IC 0,71-0,82) para la mortalidad por cualquier causa, 0,71 (95% IC 0,62-0,82) para la mortalidad por enfermedad cardiovascular y 0,89 (95% IC 0,79-0,99) para la mortalidad por cáncer, ajustados por PAEE inicial y factores de riesgo.
En comparación con las personas persistentemente inactivas, las personas con trayectorias de actividad física crecientes experimentaron menores riesgos de mortalidad por cualquier causa, con HR de 0,76 (95% IC 0,65-0,88), 0,62 (95% IC 0,53-0,72) y 0,58 (95% IC 0,43-0,78) para actividad física inicial baja, media y alta, respectivamente. A nivel de población, cumplir y mantener al menos las recomendaciones mínimas de actividad física potencialmente evitaría el 46% de las muertes asociadas con la inactividad física.
En definitiva, los adultos de mediana edad y adultos mayores, incluidos aquellos con enfermedades cardiovasculares y cáncer, pueden obtener importantes beneficios de longevidad al volverse más activos físicamente, independientemente de los niveles de actividad física pasados y los factores de riesgo establecidos.
En base a cuestionarios y monitorización de la frecuencia cardíaca, se estimó el gasto energético por actividad física (siglas en inglés, PAEE); el criterio de valoración principal fue la mortalidad por cualquier causa, por enfermedad cardiovascular y por cáncer, ajustando por edad, sexo, datos sociodemográficos y cambios en el historial médico, la calidad general de la dieta, el índice de masa corporal, la presión arterial, los triglicéridos y los niveles de colesterol.
Durante 171.277 años de seguimiento se produjeron 3.148 fallecimientos. Los aumentos a largo plazo en la PAEE se asociaron inversamente con la mortalidad, independientemente de la PAEE inicial. Por cada aumento de 1 kJ/kg/día por año en PAEE (equivalente a una trayectoria de inactividad al inicio y, de forma gradual durante cinco años, cumplir con las pautas de actividad física mínima de la Organización Mundial de la Salud de 150 minutos/semana de actividad física de intensidad moderada ), las hazard ratios fueron: 0,76 (95% IC 0,71-0,82) para la mortalidad por cualquier causa, 0,71 (95% IC 0,62-0,82) para la mortalidad por enfermedad cardiovascular y 0,89 (95% IC 0,79-0,99) para la mortalidad por cáncer, ajustados por PAEE inicial y factores de riesgo.
En comparación con las personas persistentemente inactivas, las personas con trayectorias de actividad física crecientes experimentaron menores riesgos de mortalidad por cualquier causa, con HR de 0,76 (95% IC 0,65-0,88), 0,62 (95% IC 0,53-0,72) y 0,58 (95% IC 0,43-0,78) para actividad física inicial baja, media y alta, respectivamente. A nivel de población, cumplir y mantener al menos las recomendaciones mínimas de actividad física potencialmente evitaría el 46% de las muertes asociadas con la inactividad física.
En definitiva, los adultos de mediana edad y adultos mayores, incluidos aquellos con enfermedades cardiovasculares y cáncer, pueden obtener importantes beneficios de longevidad al volverse más activos físicamente, independientemente de los niveles de actividad física pasados y los factores de riesgo establecidos.
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