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La revista de Actualización en Medicina de Familia (AMF) ha publicado, en acceso libre, el artículo Las ventajas de una relación estable: longitudinalidad, calidad, eficiencia y seguridad del paciente
del que soy autor. En él hago una revisión actualizada de la
contundente evidencia sobre los beneficios de mantener en el tiempo la
relación entre el paciente y su médico, la longitudinalidad, que es uno
de los atributos esenciales de la Atención Primaria. Analizo también los
atentados contra la longitudinalidad que se suceden en los últimos
años.
De la longitudinalidad, como ya hemos señalado anteriormente en este blog,
se benefician los pacientes, los profesionales y el conjunto del
sistema sanitario. Desde las primeras revisiones de Barbara Starfield
hasta nuestros días, hay evidencia sólida y creciente de que mantener la
relación con el mismo médico de familia mejora la satisfacción tanto
del paciente como del profesional, mejora los resultados de la atención y
disminuye sus costes. Estos efectos favorables, tanto sobre los costes
como sobre los beneficios, se dan no sólo en la atención primaria sino
en el conjunto del sistema sanitario, al que la longitudinalidad hace
más eficiente.
La longitudinalidad es tan efectiva que aumenta la esperanza de vida de
los que la disfrutan. Mantener el mismo médico es una cuestión de vida o
muerte, como se documenta en el artículo de AMF.
¿Cómo es que esta básica característica de la atención primaria tiene
tanto y tan variado impacto? Para ilustrar el asunto en la vida real
pongo en el artículo de AMF el caso de Josefa, que se libró de un
diagnóstico y tratamiento de diabetes gracias a que acudió a su médica
de familia y le dijo «Vine ayer a ver cómo había salido el análisis y su
sustituto me dijo que estaba mal, vengo a ver qué le parece a usted.»
Como en el caso de Josefa, un médico que no conoce al paciente puede
actuar correctamente, según las guías y la información de que dispone,
pero la atención que presta al paciente su médico de siempre tiene un
plus de excelencia, por la mayor información acumulada y la mutua
confianza.
En el mismo número, AMF publica un interesante caso relacionado con el tema, también en abierto: Longitudinalidad, clave en la consulta de Medicina de Familia.
En este artículo se expone, analiza y comenta un evento adverso
importante y evitable, relacionado con el mantenimiento sin los
controles adecuados de una medicación, en una paciente con múltiples
cambios de médico de familia en los últimos años.
La longitudinalidad ha pasado a primer plano por una serie de medidas
políticas y de gestión que ya venían de antes, pero se han agravado con
los recortes asociados a la crisis de 2008. Implementadas contra toda
evidencia, algunas actuaciones "de austeridad" han deteriorado un
aspecto de la atención, la longitudinalidad, que mejora la eficiencia
del sistema y ahorra costes.
Entre esta medidas hay atentados directos contra la longitudinalidad,
como la masiva destrucción de empleo estable y la rotación continua en
el mismo cupo de diferentes médicos en precario. Sin romperla
totalmente, hay otras medidas que comprometen la longitudinalidad, como
todas las que para paliar las consecuencias en las demoras y en la
frecuentación en urgencias de la reducción de la plantilla de médicos de
familia, en vez de a contratarlos, recurren a puntos de atención
continuada, pools y otros sistemas que coinciden en la oferta al
paciente de que le vea un médico que no le conoce tan estrechamente como
el suyo. Son sistemas que inevitablemente producen más gasto tanto en
farmacia como en pruebas, derivaciones a otros especialistas, costes
derivados de eventos adversos evitables y, en general, de un incremento
de la atención innecesaria o subóptima. Aumentan también la demanda de
atención, a todos los niveles, por parte de pacientes que han recibido
una atención menos satisfactoria y resolutiva. Es decir, que agravan en
vez de mejorar el problema.
Menos evidente, pero no menos perjudicial, es la desactivación de los
beneficios de la longitudinalidad mediante la implantación de medidas
que trasladan decisiones que antes tomaba el médico de familia a otros
profesionales con menor conocimiento del paciente y sus circunstancias.
Es el caso, por ejemplo, de la potestad otorgada a los especialistas
focales de decidir si atienden o no a un paciente derivado por su médico
de familia para consulta presencial, sin haberlo visitado. También de
la atención a pacientes con determinadas enfermedades crónicas liderada
desde servicios hospitalarios. Sobre este particular, unas pinceladas de
ejemplo a continuación, de un conjunto de artículos relacionados
publicados en febrero de 2017 por el BMJ.
Investigadores de la Health Foundation publicaron en esa revista un estudio transversal en
el que concluían que las estrategias que mejoran la longitudinalidad en
medicina de familia pueden reducir los costes de la atención
hospitalaria, especialmente para los usuarios que más atención precisan.
En un editorial asociado
se señalaba que la longitudinalidad es un aspecto importante de la
atención primaria muy valorado por los pacientes y los médicos de
familia y asociado a una amplia variedad de mejores resultados en el
paciente. Se destacaba también la importancia de proteger la
longitudinalidad en atención primaria como línea de defensa clave para
frenar el creciente número de ingresos hospitalarios. El editorial
alertaba de cómo otras medidas que buscan ese mismo efecto facilitando
la accesibilidad a la atención primaria mediante la atención por un
médico de familia diferente al habitual, pueden deteriorar la
longitudinalidad y tener un efecto opuesto al pretendido.
En el mismo número de BMJ figuraba también un artículo
de su editora jefa de investigación, Elizabeth Loder, en el que, entre
otras cosas, se resaltaba cómo enfermedades crónicas “sensibles a la
atención ambulatoria”, como el asma, la diabetes, la hipertensión o la
epilepsia, pueden usualmente ser mejor manejadas por un médico que
conoce bien a los pacientes y los sigue a lo largo del tiempo.
Es decir, cuidado con, en vez de crear empleo estable y suficiente en
primaria, crear sistemas de atención que confunden la inmediatez
indiscriminada con la accesibilidad o que trasladan la toma de
decisiones importantes de las manos del médico que mejor lo conoce a
otras manos. Son medidas que, contrariamente a los argumentos de ahorro y
mejora de la eficiencia con que se implantan, al quebrar la
longitudinalidad incrementan el número de visitas a urgencias, las
hospitalizaciones y el gasto sanitario, además de los eventos adversos y
la mortalidad. A menor longitudinalidad, mayores costes y peores
resultados en el paciente de la atención que recibe.
La estabilidad de la enfermera con los pacientes del cupo que comparte
con el médico de familia, muy probablemente contribuye a los beneficios
demostrados de una atención primaria longitudinal. Relación estrecha a
lo largo del tiempo que permite a los sanitarios conocer al paciente, a
su familia y próximos, su domicilio, su barrio, su situación social y
laboral... un conocimiento de sus posibilidades, limitaciones y riesgos
que puede cambiar las decisiones sobre la atención que precisa ese
paciente en concreto, en su particular entorno.
Menos estudiado pero plausible es pensar que el paciente y sus
cuidadores también obtienen en esa relación continuada un conocimiento
de las peculiares fortalezas y debilidades de su médico y su enfermera, e
incluso de otros miembros del equipo de salud. Un conocimiento que les
ayuda a la hora de gestionar su relación con el sistema sanitario, para
hacerla más efectiva y segura. Es éste un aspecto que no desarrollo en
el artículo, por falta de estudios al respecto, pero que considero sería
muy interesante investigar: la visión de la longitudinalidad no sólo
desde el punto de vista de los profesionales, sino también desde el del
paciente y los que le cuidan.
Cuando se rompe o se compromete la relación estable de los pacientes con
su médico, mueren pacientes que hubieran vivido más de mantenerse.
Contrariamente, garantizar el carácter longitudinal esencial de la
atención primaria disminuye la mortalidad y mejora la calidad,
eficiencia y seguridad de la atención sanitaria. Son hechos probados por
estudios consistentes que se citan en el artículo publicado por AMF.
Publicado por Jesús Palacio
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