jueves, 4 de abril de 2019

AMF. A veces hay que tragar. William B. Castle.












Todo empezó con un suspenso. ¡Sí, los genios también pueden suspender asignaturas!

William B. Castle nació en Cambridge (Estados Unidos) en 1897. Entró en la Harvard Medical School en 1917.

En 1919, estando en el segundo curso, se apuntó a un curso de hematología que suspendió. Aquello era incongruente con su currículum, pero... ahí estaba el merecido suspenso. Nada que hacer. A veces hay que tragar.

Los profesores, sorprendidos, le concedieron la oportunidad, tras repetir el curso, de ser examinado por Francis W. Peabody, y el tema que este escogió fue la anemia perniciosa. De ahí nació un interés que le duró toda la vida, y su amistad con un gran profesor.

Como es sabido, la anemia perniciosa se caracteriza por el gran tamaño de los glóbulos rojos (macrocitosis) y se puede acompañar de manifestaciones neurológicas (no debidas a la anemia, como veremos). En tiempos de Castle, esta anemia producía la muerte en la mayoría de los casos, de ahí el calificativo de perniciosa.

En 1921 entró como interno en el Massachusetts General Hospital de Boston, donde conoció a George R. Minot, reputado internista que estudiaba la influencia de la dieta en las enfermedades. Al mismo tiempo, Minot investigaba los recientemente descubiertos reticulocitos como un posible indicador de la eritropoyesis. Pero Castle no se desviaba de la anemia perniciosa.

Aquel mismo año, unos colegas también de Boston publicaron un estudio sobre la relación entre la aclorhidria y la anemia perniciosa, postulando que era imprescindible para el correcto diagnóstico de esta el déficit o ausencia de jugo gástrico.

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