El
insomnio representa uno de los trastornos más frecuentes en la práctica
clínica. Un porcentaje sustancial de la población adulta lo padece en
algún momento de su vida; es el trastorno del sueño más frecuente y uno
de los que tienen mayor impacto sanitario y social.
Definición
La definición general de insomnio establecida en la International Classification of Sleep Disorders
(ICSD-2 e ICSD-3) consiste en una dificultad persistente del inicio del
sueño, o un deterioro de la duración, la consolidación o la calidad del
mismo que se producen a pesar de disponer de las adecuadas
oportunidades y circunstancias para obtener un sueño de calidad, y
además se traduce, de alguna forma, en afectación sintomática del
funcionamiento del individuo durante el día (repercusión diurna)1,2.
Epidemiología
Las
cifras de prevalencia en la población general adulta varían de unos
estudios a otros dependiendo de la definición del insomnio utilizada: si
se pregunta acerca de los síntomas nocturnos de insomnio, las cifras
alcanzan el 30% de la población general y descienden al 10% o al 15% si
se refieren a síntomas de insomnio asociados a consecuencias diurnas. Si
se utilizan los criterios diagnósticos del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM) o de la ICSD, las cifras se sitúan en torno al 10%2.
La prevalencia de insomnio aumenta con la edad y es dos veces más
frecuente en las mujeres y personas con trastornos psicológicos o
enfermedades médicas.
Para
los pacientes que sufren de insomnio crónico, este representa un
problema complejo en el que con frecuencia se encuentran afecciones
comórbidas que magnifican los efectos negativos en la percepción de la
calidad de vida y que conlleva riesgos médicos adicionales que
frecuentemente llegan a comprometer la salud del individuo, y tiene
consecuencias negativas en el entorno familiar, social y laboral. Así
mismo el insomnio se puede manifestar en el contexto de otros
padecimientos médicos; se calcula que la mitad de enfermos con problemas
crónicos tienen problemas de insomnio.
Otro
tipo de insomnio, el de corta duración (menos de 3 meses según la
ICSD-3), usualmente se manifiesta en el contexto de factores estresantes
en la vida del individuo y se ve complicado por conductas
maladaptativas.
Hay
pocos estudios sobre la prevalencia del insomnio en las personas
mayores de 65 años. En estudios internacionales, las cifras varían entre
un 12% y un 40%3.
Las
consecuencias del insomnio crónico en los mayores se traducen en
tiempos de reacción más lentos y mayor dificultad para mantener el
equilibrio, lo que conlleva un incremento del riesgo de caídas. Estas
caídas están directamente relacionadas con un aumento del riesgo de
mortalidad. También presentan déficits en atención y memoria como
resultado de un sueño pobre o escaso, síntomas que podrían ser
malinterpretados como propios de un deterioro cognitivo leve o demencia4.
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