viernes, 20 de octubre de 2017

(Blog de la Guía Terapéutica) Evidencia acerca de los probióticos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) los define como «microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del consumidor». Los probióticos son seguros para los bebés, niños, adultos y pacientes mayores, pero se recomienda precaución en las poblaciones inmunológicamente vulnerables1. En la práctica, los probióticos pertenecen fundamentalmente a dos grupos microbianos: los lactobacilos y las bifidobacterias. La razón de esto es que son probablemente los únicos, dentro de los que colonizan nuestras mucosas, que son inocuos (casi) bajo cualquier circunstancia y que, por ello, han sido reconocidos como organismos GRAS (Generally Regarded As Safe) y QPS (Qualified Presumption of Safety) por la Food and Drug Administration de los Estados Unidos y la European Food Safety Authority, respectivamente. Ahora bien, la falta de virulencia es una condición necesaria pero no suficiente para considerar a un microorganismo como probiótico. Dentro de las características deseables que deben cumplir está la adaptación a las condiciones de la cavidad diana y una buena adherencia al epitelio, por eso se prefieren organismos con ese mismo origen, la generación de sustancias antimicrobianas, la ausencia de resistencias transmisibles a antibióticos y, sobre todo, que existan ensayos clínicos en los que se certifique que las expectativas derivadas de sus buenas propiedades in vitro se cumplen tras su administración a personas voluntarias, para prevenir la aparición de cuadros concretos o coadyuvar a su resolución2.
https://guiaterapeutica.wordpress.com/2017/10/20/luces-y-sombras-de-los-probioticos/


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