Una escena que se repite en el mundo farmacéutico pero que merece cierta
reflexión. Es fácil de comprender, tenemos un medicamento para una
patología crónica, llamémosle A, que se compone de la unión de dos
medicamentos (B + C). Podríamos decir que A son dos comprimidos en uno.
El coste de A es similar a sumar B + C, pongamos 600 euros al mes por
paciente, por lo que todo son ventajas. Todos los medicamentos son de
dispensación hospitalaria y sin ningún coste para el paciente.
El problema surge cuando C pierde la patente y sale un genérico con una
suculenta oferta, entonces tenemos el medicamento A (un comprimido al
día) con un coste de 600 euros al mes por paciente frente a los
medicamentos B y C (dos comprimidos al día) con un coste sumatorio de
466 euros al mes por paciente.
A priori no parece mucho dinero, pero si solo consideramos un hospital
medio, como es el mío, con 40 pacientes en tratamiento con el
medicamento C, el gasto añadido de utilizar B+C (2 comprimidos/día)
frente a A (1 comprimido/día) es en torno a 65.000 euros al año. Dinero,
por supuesto, que pagamos todos con nuestros impuestos.
Y aquí empiezan las preguntas:
¿Quién dice a los pacientes que pasen de tomar un comprimido al día a tomar dos, cuando llevan tiempo tomándose uno y “están muy bien”?
¿Quién decide quitar el medicamento A del hospital (más caro) si está comercializado, aprobado y financiado por el sistema nacional de salud?
¿Podemos encontrar causas que “justifiquen” que tomar 1 comprimido al día frente a 2 mejora el cumplimiento a un coste diferencial tan elevado?
¿Quién dice a los pacientes que pasen de tomar un comprimido al día a tomar dos, cuando llevan tiempo tomándose uno y “están muy bien”?
¿Quién decide quitar el medicamento A del hospital (más caro) si está comercializado, aprobado y financiado por el sistema nacional de salud?
¿Podemos encontrar causas que “justifiquen” que tomar 1 comprimido al día frente a 2 mejora el cumplimiento a un coste diferencial tan elevado?
Evidentemente si tuviésemos que pagar los medicamentos de nuestro
bolsillo cada cual podría responder a su antojo, sabiendo cual es la
munición de la que dispone (cash). El problema, como pasa en el tema de
los medicamentos, es cuando disparamos con “pólvora del rey”, aquí ya
es otro cantar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario