Los resultados de la evaluación de diferentes estrategias de medicación a largo plazo para el tratamiento del insomnio contrastan con las prácticas y las creencias más extendidas.
El
insomnio crónico es una condición en la que las personas experimentan
dificultad para conciliar el sueño o permanecer dormidas por lo menos
tres noches a la semana durante al menos 1 mes. En los casos en los que
la situación no se resuelve y se hace necesaria la toma medicación
durante periodos de tiempo prolongados, los pacientes se enfrentan a
posibles efectos psicológicos de dependencia y a efectos secundarios
como somnolencia diurna, náuseas y dolor muscular. No existe consenso en
cuanto a la gestión farmacológica a largo plazo en este tipo de
pacientes, y una norma no declarada pero común en la práctica es que los
pacientes consuman medicamentos hipnóticos de forma intermitente.
Un estudio realizado recientemente tuvo como objetivo comparar distintas estrategias de aplicación de una terapia de mantenimiento en pacientes con insomnio crónico. Los autores contaron con la participación de 74 pacientes a los que se asignó como tratamiento la toma nocturna de 10 mg de zolpidem durante cuatro semanas. Los participantes que respondieron de forma positiva al tratamiento inicial fueron aleatoriamente asignados a tres grupos distintos de intervención: "dosificación nocturna", en la que los pacientes recibieron 10mg o 5 mg de zolpidem; "dosificación intermitente", en la que la dosis asignada fue de 10 mg entre 3 y 5 veces por semana; o al grupo de "dosificación parcialmente reforzada", con una dosis de 10mg cada noche pero en la que la mitad de las pastillas contenían el fármaco activo y la otra mitad únicamente placebo. Los participantes siguieron esta segunda tanda de terapia durante otras 12 semanas.
Los resultados indican que, en los participantes que tuvieron una buena observancia del tratamiento (n=55), las tres estrategias fueron eficaces para el mantenimiento de la capacidad de quedar y permanecer dormidos, pero los integrantes del grupo de dosificación intermitente durmieron peor en general y reportaron efectos secundarios con más frecuencia y gravedad que en los otros dos grupos, quedando clasificada esta estrategia como la menos eficaz, a pesar de ser curiosamente la práctica más habitual. En este ensayo se obtuvieron los mismo buenos resultados en los pacientes que se iniciaron con una dosis alta que se transformo con el tiempo en una dosis menor y en los que tras la dosis inicial acabaron alternando la dosis del fármaco con el placebo, lo que contrasta con otra de las opiniones más o menos extendida de que en el tratamiento del insomnio es preferible empezar con dosis bajas para ir aumentándolas paulatinamente.
Se trata de un estudio preliminar con un bajo número de participantes, pero los autores consideran que este tipo de enfoque en la terapia del insomnio a largo plazo puede proporcionar a los pacientes una buena oportunidad para superar su incapacidad para conciliar el sueño y permanecer dormidos reduciendo al mismo tiempo la cantidad de fármaco consumido, minimizando de esta forma la presencia de efectos secundarios y haciendo potencialmente más seguro a largo plazo el tratamiento del insomnio.
Un estudio realizado recientemente tuvo como objetivo comparar distintas estrategias de aplicación de una terapia de mantenimiento en pacientes con insomnio crónico. Los autores contaron con la participación de 74 pacientes a los que se asignó como tratamiento la toma nocturna de 10 mg de zolpidem durante cuatro semanas. Los participantes que respondieron de forma positiva al tratamiento inicial fueron aleatoriamente asignados a tres grupos distintos de intervención: "dosificación nocturna", en la que los pacientes recibieron 10mg o 5 mg de zolpidem; "dosificación intermitente", en la que la dosis asignada fue de 10 mg entre 3 y 5 veces por semana; o al grupo de "dosificación parcialmente reforzada", con una dosis de 10mg cada noche pero en la que la mitad de las pastillas contenían el fármaco activo y la otra mitad únicamente placebo. Los participantes siguieron esta segunda tanda de terapia durante otras 12 semanas.
Los resultados indican que, en los participantes que tuvieron una buena observancia del tratamiento (n=55), las tres estrategias fueron eficaces para el mantenimiento de la capacidad de quedar y permanecer dormidos, pero los integrantes del grupo de dosificación intermitente durmieron peor en general y reportaron efectos secundarios con más frecuencia y gravedad que en los otros dos grupos, quedando clasificada esta estrategia como la menos eficaz, a pesar de ser curiosamente la práctica más habitual. En este ensayo se obtuvieron los mismo buenos resultados en los pacientes que se iniciaron con una dosis alta que se transformo con el tiempo en una dosis menor y en los que tras la dosis inicial acabaron alternando la dosis del fármaco con el placebo, lo que contrasta con otra de las opiniones más o menos extendida de que en el tratamiento del insomnio es preferible empezar con dosis bajas para ir aumentándolas paulatinamente.
Se trata de un estudio preliminar con un bajo número de participantes, pero los autores consideran que este tipo de enfoque en la terapia del insomnio a largo plazo puede proporcionar a los pacientes una buena oportunidad para superar su incapacidad para conciliar el sueño y permanecer dormidos reduciendo al mismo tiempo la cantidad de fármaco consumido, minimizando de esta forma la presencia de efectos secundarios y haciendo potencialmente más seguro a largo plazo el tratamiento del insomnio.
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