El ictus afecta hasta a una de cada cinco personas a lo largo de su vida en algunos países de ingresos altos, y hasta casi una de cada dos en los países de ingresos bajos. A nivel mundial, es la segunda causa de muerte. Clínicamente, la enfermedad se caracteriza por déficits neurológicos repentinos. Las etiologías vasculares contribuyen a las causas más comunes de accidente cerebrovascular isquémico, incluida la enfermedad de las arterias grandes, la cardioembolia y la enfermedad de los vasos pequeños. La enfermedad de los vasos pequeños es también la causa más frecuente de hemorragia intracerebral, seguida de las causas macrovasculares. En el caso del accidente cerebrovascular isquémico agudo, la TC o la RM multimodales revelan el núcleo del infarto, la penumbra isquémica y el sitio de oclusión vascular. En el caso de la hemorragia intracerebral, la neuroimagen identifica marcadores radiológicos tempranos de expansión del hematoma y la causa subyacente probable. Para la trombólisis intravenosa en el accidente cerebrovascular isquémico, la tenecteplasa es ahora una alternativa segura y eficaz a la alteplasa. En pacientes con accidentes cerebrovasculares causados por la oclusión de grandes vasos, las indicaciones para la trombectomía endovascular se han ampliado para incluir infartos con aguja gruesa más grandes y oclusión de la arteria basilar, y la ventana de tiempo de tratamiento se ha ampliado hasta 24 horas desde el inicio del accidente cerebrovascular. Con respecto a la hemorragia intracerebral, la pronta administración de una atención combinada que consiste en la reversión inmediata de la anticoagulación, la reducción simultánea de la presión arterial y los protocolos preespecificados de la unidad de accidente cerebrovascular pueden mejorar los resultados clínicos. Guiada por los mecanismos subyacentes del ictus, la prevención secundaria abarca intervenciones farmacológicas, vasculares o endovasculares y modificaciones en el estilo de vida.
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