Jennifer tiene dieciséis. Acaba de tocar el timbre de la puerta de
urgencias del centro de salud de su pueblo. Son casi las doce y media, y
los whatsapp se acumulan en su smartphone, repiqueteando sin parar. Es
una parte más de su anatomía, un artefacto integrado a la perfección
entre las palmas de sus manos y unos veloces pulgares de mecanógrafa de
juzgado. Le acompaña una de sus amigas, a la que le cuesta el mismo
trabajo liberar la vista del brillo de la pantalla. Mascan chicle, en
sincronía casi perfecta. En un esfuerzo sobrehumano levantan la cabeza
como si se tratara de un dúo de natación sincronizada y tras
intercambiar dos enérgicas mascadas en un lenguaje de signos
ininteligible fuera de la ESO, vuelve a tocar el timbre. Sigue leyendo...
http://medicinaenlacabecera.blogspot.com.es/2016/08/la-rozadura.html
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