Hace tres años se publicó un estudio francés de calidad y rigor
metodológico que mostraba que el uso crónico de benzodiacepinas y otros
hipnosedantes incrementa el riesgo de demencia (BMJ 2012;345:e6231).
En 2014 se publicó un segundo estudio, en 1.796 pacientes con demencia y
7.184 controles, en el que se confirmó este hallazgo y además se
demostró una relación dosis-respuesta (BMJ 2014;349:g5205).
Recientemente otro estudio realizado en EEUU, sobre 3.434 pacientes, ha
mostrado un incremento del riesgo asociado a fármacos
anticolinérgicos, de manera proporcional a la dosis y la duración del
tratamiento (JAMA Intern Med 2015;175:401-07).
En un estudio recientemente publicado se ha registrado una fuerte
asociación entre el inicio del tratamiento con una estatina y episodios
de pérdida de memoria (JAMA Intern Med 2015; 8 junio).
Hay que tener en cuenta que las estatinas pocas veces son un tratamiento
esencial, se puede prescindir de ellas, porque su efecto beneficioso es
puramente marginal; tratando a 345 hombres con un riesgo cardiovascular
5 años de 7,5% se evita un caso de IAM, pero se producen 3 casos de
miopatía grave y 2 de hepatitis (Butll Groc 2013;26:13-16).
Tampoco ningún fármaco anticolinérgico suele ser esencial: los
antidepresivos tricíclicos pueden ser sustituidos por otros fármacos si
se considera que son realmente necesarios, los antihistamínicos son
prescindibles o se pueden tomar dosis más bajas y los anticolinérgicos
para la incontinencia urinaria tienen una eficacia muy modesta en el
mejor de los casos (Butll Groc 2015;28:1-4).
Antes de diagnosticar una demencia, se recomienda una revisión y
retirada ordenada de la medicación que la puede producir. La retirada de
estos medicamentos mejora francamente el estado del paciente en la gran
mayoría de los casos.
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