En el año 2006 el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero
desarrolló el proyecto llamado Estrategia AP XXI que pretendía diseñar una
política común en Atención Primaria para el conjunto del Sistema Nacional de
Salud. Múltiples fueron los grupos de trabajo formado, innumerables las líneas
estratégicas, de acción y de actividad que incluyó el citado documento. Una vez
más fue un magnífico ejercicio de salón que quedó cuidadosamente colocado en
los vistosos anaqueles de madera del citado Ministerio, y cuyo grado de
aplicación real en las diferentes comunidades autónomas y servicios regionales
de salud fue cercano a cero.
Entre sus deméritos habría que incluir algo que debería
estar en las antípodas de cualquier estrategia: su tendencia a abarcarlo todo.
Porque la buena estrategia, la verdaderamente útil, es aquella que va destinada
a elegir lo importante y sacrificar todo lo demás. Porque es entendible querer
tenerlo todo, pero es ridículo creer que eso es posible.
Ahora los mismos que pergeñaron la estrategia y estuvieron
cinco años sin hacer nada al respecto,
proponen evaluar lo que nunca
existió y diseñar una nueva Estrategia. Más grupos, más papeles llenos de
lugares comunes que no dicen ya absolutamente nada :“priorizar la Atención Primaria como eje del sistema
sanitario”, “impulsar el liderazgo de la Atención Primaria en la gestión de los
procesos del enfermo crónico dentro del SNS”. En definitiva, fustigar a un
caballo muerto.
La Atención primaria precisaba y precisa de elegir entre
toda la innumerable lista de lo que unos y otros quieren hacer, aquello que es
verdaderamente sustancial, y eso supone sin duda renunciar a muchas cosas y
enfrentarse con muchos.
En la farfolla de folios y folios de buenas intenciones,
loables propósitos y frases irrenunciables para poder contentar a toda
sociedad, colectivo y sindicato, es fácil que lo más importante desaparezca (
es conocido que el mejor sitio para esconder un libro es una biblioteca).
Al margen de evaluaciones , convocatorias de nuevos grupos y
expertos, y pomposas presentaciones de tipos empingorotados con hermosas
corbatas, hay ciertos asuntos que generan una inmensa vergüenza cuando uno
habla con colegas de otros países de la situación en que se encuentra la
atención primaria en España. Por ejemplo , el simple hecho de que en buena
parte de España un médico de
cabecera vea habitualmente 50 al día. O que los sistemas
Gran Hermano que diseñan como y cuando ver pacientes no permita más de 5, 6 o 7
minutos para atender todo tipo de problemas, incluidos los que crean los
propios servicios regionales con la promoción de intervenciones innecesarias.
Sin mencionar por cansina, la ausencia absoluta de alternativas dignas de
trabajo más allá de Eldorado que pueda representar la convocatoria de alguna oposición
a capricho del responsable de turno, y hacia la que se dirigirán las
muchedumbres de precarios del país.
Es cierto que
hay que frenar el deterioro brutal de la atención primaria de este país.
Pero para eso no hacen falta más informes , más evaluaciones ni más declaraciones.
Basta por un lado, con negarse a tolerar más esta situación. Y por otra implica
abordar de una vez los problemas reales y que no son el acceso a las manidas y
consabidas pruebas complementarias ( ¿aún seguimos con ese argumento?). La
principal prueba complementaria de un médico de familia se llama TIEMPO. Y en España
no existe.
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