lunes, 30 de marzo de 2015

Mondo Médico. ¿Qué hago con el abuelo?.

Fuente ¿Que se cuece?.    
Raúl Calvo es médico de Atención Primaria, como se dice ahora tan finamente. Vamos, el médico de cabecera, el médico de familia. Aunque él, en su blog “Medicina en la cabecera” se define directamente como “médico de pueblo“. Y como médico de pueblo contó hace poco una historia para pensar, “Adán y Eva no se adaptan al frío“.
¿Qué hago con el abuelo?“. La pregunta del millón cuando voy a darle el informe de alta a la familia. Familias que no han hablado el tema hasta ese momento, que han soslayado el incómodo asunto. Por no pelearse antes de tiempo. Porque en algunas familias se “asume” que es la hija la que debe asumir el cuidado de los padres ancianos. Aunque la hija trabaje, no pare un minuto quieta y tenga que cuidar a sus propios hijos o incluso nietos. Aunque tenga hijos en paro y les esté echando una manita. Hay situaciones familiares para todos los gustos. Pero es “ley natural” que sea la hija la que se encargue de todo. Y las soluciones dependen de la buena voluntad de todos y de los recursos económicos.
No vayas a decirle a la familia que le damos el alta mañana, que remolonearán para quedarse un par de días más en el hospital“. “Coméntale a la familia que le damos el alta mañana, para que vayan organizándose y preparando su regreso a casa“.  Cada adjunto me decía algo distinto en mis años de MIR. Yo, como residente, tenía asumido que “Donde hay patrón, no manda marinero“. “No hay plazas en una residencia pública y en las privadas nos piden un dineral“. Y a tragar saliva y coger aire cada vez que una familia me cuenta su historia, sus desvelos, sus dificultades, sintiéndome impotente.
Permitidme que me ría de la Ley de Dependencia y sus “aportaciones económicas”. A mi abuela se le concedió cuando llevaba ya un tiempo en el cementerio. Menos mal que tenía cuatro hijos, hembras y varones, dispuestos a arrimar el hombro. Que decidieron que no querían mandarla a una residencia aunque fuera lo más cómodo para todos. Que organizaban unos calendarios de turnos para quedarse con ella en su casa que ya me hubiera gustado a mí que los calendarios de guardia de residentes de mi hospital hubieran sido así. Un calendario adaptado al tiempo que disponía cada uno según su trabajo y sus obligaciones. Y funcionó porque todos querían que funcionase.
Si al abuelo se lo llevan a casa de algún familiar…en poco tiempo lo vemos en Urgencias. Con la intención de volver a ingresar. “Porque en el hospital está mejor, estamos más tranquilos. No nos vemos capaces de cuidarlo, no tenemos dinero para una residencia o un cuidador. Yo no puedo dejar mi trabajo para atender a mi padre. Soy la única persona disponible para atenderle y no, no puedo, no doy más de mí” Cuidar a un anciano es muy sacrificado, ata mucho a una familia que ya se veía más libre, con los hijos ya crecidos y empezando a volar. Ata mucho a un familiar soltero acostumbrado a hacer su vida a su aire, que se ve de repente como cuidador total y absoluto, según el grado de dependencia del anciano Si, para colmo, no había buena relación antes, para de contar. Un anciano pluripatológico con un listado de medicamentos más largo que un día sin pan da miedo, mucho miedo. Miedo a meter la pata.
Esto es el pan nuestro de cada día. La sociedad está cambiando, pero ciertas cosas no cambian. El cuidado de los ancianos es una de ellas. Echar la culpa a los familiares es lo fácil, “Querer es poder“, pero cuando se rasca la superficie se ven las dificultades, los sentimientos de culpa, los problemas familiares. Y me he dejado muchas cosas en el tintero.

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