Fuente ¿Que se cuece?.
Raúl Calvo es médico de Atención
Primaria, como se dice ahora tan finamente. Vamos, el médico de
cabecera, el médico de familia. Aunque él, en su blog “Medicina en la cabecera” se define directamente como “médico de pueblo“. Y como médico de pueblo contó hace poco una historia para pensar, “Adán y Eva no se adaptan al frío“.
“¿Qué hago con el abuelo?“. La
pregunta del millón cuando voy a darle el informe de alta a la familia.
Familias que no han hablado el tema hasta ese momento, que han soslayado
el incómodo asunto. Por no pelearse antes de tiempo. Porque en algunas
familias se “asume” que es la hija la que debe asumir el cuidado de los
padres ancianos. Aunque la hija trabaje, no pare un minuto quieta y
tenga que cuidar a sus propios hijos o incluso nietos. Aunque tenga
hijos en paro y les esté echando una manita. Hay situaciones familiares
para todos los gustos. Pero es “ley natural” que sea la hija la que se
encargue de todo. Y las soluciones dependen de la buena voluntad de
todos y de los recursos económicos.
“No vayas a decirle a la familia que le damos el alta mañana, que remolonearán para quedarse un par de días más en el hospital“. “Coméntale a la familia que le damos el alta mañana, para que vayan organizándose y preparando su regreso a casa“. Cada adjunto me decía algo distinto en mis años de MIR. Yo, como residente, tenía asumido que “Donde hay patrón, no manda marinero“. “No hay plazas en una residencia pública y en las privadas nos piden un dineral“.
Y a tragar saliva y coger aire cada vez que una familia me cuenta su
historia, sus desvelos, sus dificultades, sintiéndome impotente.
Permitidme que me ría de la Ley de
Dependencia y sus “aportaciones económicas”. A mi abuela se le concedió
cuando llevaba ya un tiempo en el cementerio. Menos mal que tenía cuatro
hijos, hembras y varones, dispuestos a arrimar el hombro. Que
decidieron que no querían mandarla a una residencia aunque fuera lo más
cómodo para todos. Que organizaban unos calendarios de turnos para
quedarse con ella en su casa que ya me hubiera gustado a mí que los
calendarios de guardia de residentes de mi hospital hubieran sido así.
Un calendario adaptado al tiempo que disponía cada uno según su trabajo y
sus obligaciones. Y funcionó porque todos querían que funcionase.
Si al abuelo se lo llevan a casa de
algún familiar…en poco tiempo lo vemos en Urgencias. Con la intención de
volver a ingresar. “Porque en el hospital está mejor, estamos más
tranquilos. No nos vemos capaces de cuidarlo, no tenemos dinero para una
residencia o un cuidador. Yo no puedo dejar mi trabajo para atender a
mi padre. Soy la única persona disponible para atenderle y no, no puedo, no doy más de mí”
Cuidar a un anciano es muy sacrificado, ata mucho a una familia que ya
se veía más libre, con los hijos ya crecidos y empezando a volar. Ata
mucho a un familiar soltero acostumbrado a hacer su vida a su aire, que
se ve de repente como cuidador total y absoluto, según el grado de
dependencia del anciano Si, para colmo, no había buena relación antes,
para de contar. Un anciano pluripatológico con un listado de
medicamentos más largo que un día sin pan da miedo, mucho miedo. Miedo a
meter la pata.
Esto es el pan nuestro de cada día. La
sociedad está cambiando, pero ciertas cosas no cambian. El cuidado de
los ancianos es una de ellas. Echar la culpa a los familiares es lo
fácil, “Querer es poder“, pero cuando se rasca la superficie se
ven las dificultades, los sentimientos de culpa, los problemas
familiares. Y me he dejado muchas cosas en el tintero.
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