Un meta-análisis (pueden acceder a él a través del link que proporciona
el tweet del Dr. Jordi Amblàs), de 30 estudios realizados en 5 países
diferentes y con una participación de más de un millón de pacientes,
demuestra que los enfermos que habían recibido atención paliativa iban
menos a urgencias en el último mes de vida, lo cual es muy positivo,
teniendo en cuenta que muchos urgenciólogos confiesan que no están
preparados para atender apropiadamente esta tipología de pacientes, y
que, además, un viaje a un servicio de urgencias aumenta el riesgo de
que las personas en fases avanzadas de sus enfermedades sufran
actuaciones desproporcionadas. En cuanto al asunto, trascendente, del
momento de la introducción de la atención paliativa, aunque hay indicios
de que la precocidad es positiva, este meta-análisis no consigue llegar
a conclusiones, debido a la heterogeneidad de los estudios
seleccionados.
El que sí que concluye, en cambio, es un estudio (JS Temel NEJM 2010, Greer JA JCO 2012), mucho más pequeño, del Massachussets General Hospital, en el que los investigadores trabajaron con un grupo de 151 pacientes en estadiaje IV de cáncer de pulmón. La mitad de ellos siguieron el tratamiento oncológico habitual y la otra mitad tuvieron una intervención adicional que sencillamente consistió en la programación de visitas a un especialista en atención paliativa. El resultado fue que este último grupo dejó antes la quimioterapia, comenzó antes el tratamiento paliativo y sufrió menos en el momento final; y la sorpresa del trabajo, al menos para mí, es que demostró que los pacientes que habían empezado antes el contacto con el especialista en atención paliativa, vivieron un 25% más de tiempo que el grupo control.
Como dice Atul Gawande en Being mortal: "Si el hecho de conseguir hablar claramente con los pacientes sobre cómo afrontar los últimos días de vida para luego iniciar prácticas paliativas de acuerdo con los contenidos de la conversación fuera un nuevo medicamento, la FDA debería aprobarlo con urgencia". La lección de este estudio, continúa el Dr. Gawande, es casi Zen: las personas viven más sólo cuando paran los intentos de vivir más".
El que sí que concluye, en cambio, es un estudio (JS Temel NEJM 2010, Greer JA JCO 2012), mucho más pequeño, del Massachussets General Hospital, en el que los investigadores trabajaron con un grupo de 151 pacientes en estadiaje IV de cáncer de pulmón. La mitad de ellos siguieron el tratamiento oncológico habitual y la otra mitad tuvieron una intervención adicional que sencillamente consistió en la programación de visitas a un especialista en atención paliativa. El resultado fue que este último grupo dejó antes la quimioterapia, comenzó antes el tratamiento paliativo y sufrió menos en el momento final; y la sorpresa del trabajo, al menos para mí, es que demostró que los pacientes que habían empezado antes el contacto con el especialista en atención paliativa, vivieron un 25% más de tiempo que el grupo control.
Como dice Atul Gawande en Being mortal: "Si el hecho de conseguir hablar claramente con los pacientes sobre cómo afrontar los últimos días de vida para luego iniciar prácticas paliativas de acuerdo con los contenidos de la conversación fuera un nuevo medicamento, la FDA debería aprobarlo con urgencia". La lección de este estudio, continúa el Dr. Gawande, es casi Zen: las personas viven más sólo cuando paran los intentos de vivir más".
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