Al introducir valores de mercado en la provisión de servicios sanitarios
y al convertir a los pacientes en consumidores mientras que al mismo
tiempo se recortan los recursos disponibles el gobierno ha dejado
atrapados a los profesionales sanitarios en un problema de credibilidad
producido por el choque entre la retórica y la realidad. Las
estadísticas que usan los gerentes ofrecen una visión superficial de la
calidad. Un concepto de calidad que encaja bien con la idea de
consumidor pero muy mal con las necesidades, prioridades y
responsabilidades que debe asumir un paciente.
La mayoría de los pacientes entienden perfectamente la siguiente definición de John Howie:
"La eficiencia es la capacidad de justificar el tiempo extra dedicado a
un paciente en términos del coste impuesto al resto de pacientes que
quedan por ser atendidos".
Los pacientes asumen que los momentos críticos, como una crisis grave o
cuando se recibe un diagnóstico fatal requieren que el médico dedique
más tiempo al paciente que la sufre y la mayoría están dispuestos a
asumir el coste bajo la creencia de que ellos mismos disfrutarán de ese
tiempo cuando sean ellos los que pasen por una crisis.
Pero esta no es la lógica que opera en la mente de un consumidor en el
mercado. Los mercados se fundamentan en la búsqueda de la gratificación
personal, independientemente del contexto social.
Las lógicas de mercado están relacionadas con opciones políticas en las
que se trata no solo de disminuir los impuestos sino también la
obligación moral de invertir en justicia social.
Para nosotros, los profesionales sanitarios, cada componente del sistema
sanitario parece tener ahora su propio precio. Y de hecho somos
animados a considerar las implicaciones financieras de cada una de
nuestras decisiones. No debe sorprender por tanto que esto nos haya
llevado a considerar el valor financiero atribuido a nuestro propio
trabajo, y como resultado nuestro componente vocacional haya disminuido.
La tendencia a evitar en lo posible las especialidades con "guardias de
puerta" es un buen ejemplo de ello. Los pacientes han sido convertidos
en consumidores y dado que tienen derecho a tener expectativas cada vez
más exigentes los médicos se han convertido en proveedores de un
producto en vez de en miembros de una profesión vocacional que ofrece un
bien público.
Los pacientes comienzan a solicitar ser atendidos a cualquier hora de la
noche por preocupaciones que podrían perfectamente esperar hasta el día
siguiente. Los médicos comienzan a hacer las cuentas de cuánto dinero
se les paga por ofrecer un servicio de 24 horas 365 días al año y
descubren que esa cantidad de dinero no es suficiente como para
compensar la incomodidad de tener que levantarse de la cama en medio de
la noche después de un día entero trabajando y probablemente teniendo
que volver a trabajar también al día siguiente.
Al dejar de valorar el concepto de vocación profesional nuestra sociedad
simplemente provoca que esa vocación desaparezca. En realidad es un
valor que parece haberse perdido ya, aunque siempre hay espacio para que
las cosas empeoren aún más.
El legado más peligroso del neoliberalismo de Thatcher puede haber sido
la erosión de la motivación profesional y vocacional que ha sido
remplazada por la simple búsqueda de recompensas materiales o
monetarias.
Esta nueva escala de valores individualistas se ha convertido en la
norma y uno de los retos del futuro estará en redescubrir un sentido de
vocación y de servicio a la sociedad."
Iona Heath, "El secreto oculto de la medicina de familia"
Cuantos chinos. Los médicos de familia españoles que han emigrado a Francia/Ingalterra/Alemania están encantados los de España quemados, no porque tengan más vocación o porque su filosofía de la vida sea diferente. Simplemente porque allí cobras más y tienes un contrato INDEFINIDO y aquí cobras una mierda y encadenas contratos temporales de DÍAS con condiciones laborales de MIERDA, con turnos de MIERDA en sitios DE MIERDA y sueldos de MIERDA.
ResponderEliminarLa vocación es muy bonita pero no alimenta, ni compra los libros de los niños, ni paga la luz, ni te permite vivir en un sitio y poder formar una familia estable, ni te permite VIVIR. En España no hay un problema de vocación con la Medicina Familiar, lo que hay es que los estudiantes, que no son idiotas, cada vez prefieren evitar las especialidades donde van a trabajar en condiciones compatibles con una vida normal, y la verdad, es bastante lógico.