El metamizol o dipirona es uno de los analgésicos y antipiréticos más utilizados en España. Fue sintetizado por primera vez por la compañía Hoechst AG (ahora Sanefi)
en 1920, y rápidamente se extendió su comercialización y venta libre
hasta los años 70. Fue entonces cuando se constató que podía producir
agranulocitosis y anemias aplásicas severas, así como una alta tasa de
shock anafiláctico.
A partir de los años 70 el metamizol
fue prohibido para su venta en múltiples países, entre ellos Estados
Unidos , Australia, Dinamarca o Suecia, y en muchos otros países se
restringió su utilización bajo prescripción y control médico (Bélgica,
Alemania) o se limitó a su presentación parenteral (Egipto, Italia o
Grecia). Sin embargo, el metamizol sigue utilizándose de forma libre (over-the-counter)
en algunos países, sobretodo en países en vías de desarrollo. En muchos
de estos países el envase debe contener alertas impresas indicando los
riesgos (Pakistan, Colombia, Méjico, Israel).
La tasa de agranulocitosis del metamizol
ha sido objeto de controversia durante todos estos años. En uno de los
primeros estudios Anthony Wong, de Brasil, estimó el riesgo en 0.2-2
casos por millón. En 2002, en Suecia, Bäckström et al. calcularon en un
estudio un riesgo sensiblemente superior (entre 3 y 100 veces superior
al estudio de Wong). Según los últimos estudios, al parecer existe una
clara predisposición genética a sufrir agranulocitosis por metamizol,
lo cual explicaría que en los países con mayoría anglosajona la tasa
sea más elevada que en los países mediterráneos o sudamericanos.
En 2001 la polémica acerca del metamizol
saltó a los medios de comunicación generalistas a raíz de un niño de 4
años que permaneció ingresado en un hospital de Salt Lake City con
aplasia medular, tras tomar metamizol. Varios medios descubrieron que el
metamizol, aunque prohibido desde los años 70 en
Estados Unidos, podía comprarse de forma habitual entre los comercios de
la comunidad latina, que lo utilizaba como remedio casero siguiendo la
costumbre de sus respectivos países. Se lanzó una campaña para alertar a
la población hispana de los riesgos de consumir metamizol, e incluso se planteó prohibir su comercialización para uso veterinario, que sí estaba permitida.
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