El ancho de distribución eritrocitaria (ADE) es un parámetro sencillo y
muy accesible, que en los últimos años ha demostrado contener
información que va mucho más allá de lo que el clínico espera cuando
solicita o recibe el resultado de un hemograma de rutina.
El ADE es un parámetro que siempre está ahí, incluido dentro de la lista
de medidas que de forma automática informa el hemograma de rutina.
Describe la variación porcentual del tamaño de los hematíes ([desviación
estándar/volumen corpuscular medio]×100). Su valor normal es inferior
al 15,0% y por encima indica una población de hematíes heterogénea;
tanto el exceso de destrucción como el déficit de producción de hematíes
conllevan un aumento de su valor. Se introdujo como ayuda al
diagnóstico diferencial de las anemias hipocromas;
sin embargo, su uso real ha sido limitado a la diferenciación entre
betatalasemia y anemia ferropénica, y es casi un parámetro desconocido
al que muy pocos clínicos prestan atención al examinar el hemograma.
Hay que atribuir a Felker et al. el redescubrimiento de este parámetro biológico para su uso como marcador de riesgo. El ADE demostró ser el más poderoso predictor de sucesos adversos en el
seguimiento, tanto mortalidad cardiovascular como hospitalizaciones por
IC. El gran mérito de Felker et al. no fue otro que incluir este parámetro
en el análisis, puesto que siempre estuvo ahí, disponible en el
hemograma de rutina, pero nunca había sido tenido en cuenta con este fin.
Desde entonces, en todos los estudios publicados el ADE muestra ser un
marcador de riesgo independiente, tanto del grado de anemia como de
otras variables pronósticas, y tanto en el ámbito de la IC aguda como
crónica.
Por tanto, la primera afirmación es que un paciente con un valor de ADE
elevado en el hemograma presenta un mayor riesgo de muerte en el
seguimiento y que esta información es adicional e independiente de
cualquier otro parámetro de riesgo usado en pacientes con IC, tanto
aguda como crónica.
Un trabajo reciente ha mostrado también que su incremento en el tiempo
igualmente conlleva un peor pronóstico adicional, lo que sustentaría la
utilidad de su monitorización en el seguimiento del paciente.
Resumen de la editorial
Publicado en Med Clin (Barc). 2013;140:449-50. - vol.140 núm 10
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