El sistema nervioso surge como un desarrollo evolutivo filogenético que facilita la supervivencia y reproducción. Su división y segmentación generan una distribución anatómica con funciones diferenciadas y especializadas. En el caso de los humanos, se alcanza la mayor encefalización. Es lo que permite nuestro desarrollo moral y social, las emociones complejas y el pensamiento organizado avanzado. De la especificidad funcional espacial del sistema nervioso deriva la peculiaridad que la neurología aporta a la historia clínica: el valor de la localización. La anamnesis y exploración han de tener en cuenta los siguientes aspectos:
■ Estar alejada del autoritarismo (empática y asertiva), enfocada como servicio y sin dirigir las respuestas. ■ Perfilar el síntoma principal, que orientará a la localización y desde aquí a la etiología.
■ Definir el curso clínico: agudo (ej: vascular), crónico (ej: enf degenerativas), en exacerbaciones y remisiones (ej: esclerosis múltiple), paroxístico (ej: migraña).
■ Valorar la fiabilidad de las descripciones y el lenguaje utilizado (ej: “mareos” o “se me duerme una pierna”): pueden llevar a sesgos evaluativos desde el inicio.
■ Dar un valor relativo a las exploraciones o informes aportados por el paciente, pues pueden estar equivocados.
■ Revisión por sistemas (Tabla 1).
■ Tener en cuenta antecedentes personales (afectación de otros órganos o de otras partes del sistema nervioso) y familiares.
■ Valorar hallazgos exploratorios principales (evitar confusión con los menores), que permiten hacer un diagnóstico de localización y luego de causas posibles.
■ Definir la enfermedad como focal/multifocal o difusa.
■ Ajustarse al principio de economía (navaja de Ocam): causa única, no varias.
En nuestra exposición dividiremos la patología topográficamente entre cerebral, troncoencéfalo, cerebelo, médula y neuromuscular.
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