lunes, 29 de noviembre de 2021

Fisterra: Actualización de Dispepsia. Puntos claves.

No hay un acuerdo general acerca de la definición de dispepsia, que puede incluir diferentes síntomas que se consideren originados en el tracto gastrointestinal superior: epigastralgia, ardor de estómago, hinchazón posprandial, saciedad precoz o náusea y vómitos. Algunos autores incluyen incluso pirosis y regurgitación de la comida, síntomas sugestivos de reflujo gastroesofágico, aunque la mayoría los excluyen (NICE, 2014; Ford AC, 2020; Gisbert JP, 2012). Existen tablas con criterios formales para la definición, los más utilizados son los de la Rome Foundation (III y IV) (Stanghellini V, 2016).


Cuando los síntomas son persistentes (haber aparecido al menos 6 meses antes del diagnóstico y estar activos durante al menos 3 meses) y no se identifica una causa tras una endoscopia superior (70-80% casos) se habla de dispepsia funcional (NICE, 2014; Ford AC, 2020; Gisbert JP, 2012).

Lógicamente, los estudios de prevalencia varían mucho según la definición utilizada, el país y la población estudiada. En todo caso, se sitúa entre el 10 y el 40%. Aquellos cuya definición es más imprecisa son los que encontraron porcentajes más elevados (Stanghellini V, 2016; Ford AC, 2015; NICE, 2014; Talley NJ, 2005). Es más prevalente en la mujer (Ford AC, 2015). En nuestro medio se estima que supone el 8% de las consultas de atención primaria (Gisbert JP, 2012).

Los síntomas dispépticos pueden tener diversas causas orgánicas. Las más importantes son: reflujo gastroesofágico, cáncer de esófago, cáncer gástrico, enfermedad ulcerosa péptica y duodenitis erosiva.

Existen diversos factores que se han relacionado con la dispepsia funcional:


  • Gastroenteritis aguda: el riesgo de desarrollar una dispepsia aumenta tras una gastroenteritis aguda (Pike BL, 2013).
  • Es controvertido que la infección por Helicobacter pylori pueda producir síntomas de dispepsia, aunque algunos pacientes refieren mejorar tras la erradicación (Kim SE, 2014; Fock KM, 2011). Algunos autores la clasifican en el grupo de la dispepsia orgánica (Sugano K, 2015).
  • Tabaco y antiinflamatorios no esteroideos, pero no alcohol ni café, se han asociado a dispepsia (Ford AC, 2015; Shaib Y, 2004; Gisbert JP, 2012).
  • Hay una fuerte superposición entre el síndrome del intestino irritable, el reflujo gastroesofágico y la dispepsia (Ford AC, 2020).

¿Cómo se diagnostica?


Una historia clínica detallada y una exploración física completa son importantes en la evaluación del paciente con dispepsia, aunque con ellas no se puede predecir qué pacientes sin síntomas de alarma tendrán un diagnóstico endoscópico normal (Moayyedi P, 2006; Danish Dyspepsia Study Group, 2001). Hasta un 20% de pacientes con dispepsia presentan alteraciones endoscópicas relevantes, siendo las más frecuentes esofagitis erosiva (13,4%) y úlcera péptica (8,0%) (Ford AC, 2020).

Una analítica básica puede ser útil para sospechar o descartar anemia, patología hepatobiliar o pancreática (Zagari RM, 2008).

Merecen atención especial los siguientes síntomas o signos de alarma a la hora de diseñar las estrategias diagnósticas:

  • Pérdida de peso significativa no intencionada.
  • Vómitos persistentes.
  • Disfagia.
  • Sangrado digestivo (hematemesis o melenas).
  • Anemia ferropénica.
  • Cirugía gástrica previa.
  • Presencia de masa abdominal palpable.

Ante cualquiera de esos síntomas debe realizarse una endoscopia digestiva (Stanghellini V, 2016). También se valorará como prueba preferente en personas mayores de 55 años o cuando haya antecedentes familiares de una neoplasia de tracto gastrointestinal superior (Talley NJ, 2005; NICE, 2014; Ford AC, 2020). Algunas guías sitúan el punto de corte en los 50 años, otras en los 60 años (ASGE, 2015; Moayyedi P, 2017).

Si el paciente está tomando un antiinflamatorio no esteroideo podría suspenderse, añadir un inhibidor de la bomba protones (IBP) y reevaluar a las 3-4 semanas.

En pacientes sin síntomas de alarma, menores de 50-60 años y sin antecedentes familiares de una neoplasia de tracto gastrointestinal superior, puede hacerse un test para Helicobacter pylori, tratar si es positivo y reevaluar en 4-6 semanas. Si no se aprecia mejoría o la prueba es negativa, podría indicarse una terapia empírica secuencial con IBP, antidepresivos tricíclicos, procinéticos y psicoterapia. No se recomienda el uso rutinario de medicamentos complementarios y alternativos (Moayyedi P, 2017). Si el tratamiento falla, indicar una endoscopia (Carmona-Sánchez R, 2017). La endoscopia precoz es la estrategia de manejo preferida por los pacientes en la dispepsia no investigada (Eusebi LH, 2019).

Algunos autores condicionan la elección entre test de Helicobacter pylori o prueba de tratamiento con IBP a la prevalencia de la infección en esa población general (ASGE, 2015).

¿Cómo se trata?


En caso de dispepsia orgánica el tratamiento debe ser causal. En caso de dispepsia funcional considerar:

Dieta: aunque hay pocas evidencias y solo en base a estudios observacionales, es aconsejable evitar café y alcohol, dejar de fumar y evitar alimentos que causen molestias o empeoren los síntomas (NICE, 2014; SIGN, 2003). Dietas ricas en trigo y grasas empeoran con frecuencia los síntomas de la dispepsia (Duncanson KR, 2018).

Infección por Helicobacter pylori: en pacientes sin síntomas de alarma, menores de 50-60 años y sin antecedentes familiares de cáncer de vías digestivas altas, la mayoría de sociedades aconsejan testar y tratar Helicobacter pylori (NICE, 2014; SIGN, 2003; Gisbert JP, 2012).

Antisecretores (antiH2 e IBP): algunas guías recomiendan su uso en pacientes de bajo riesgo sin síntomas de alarma durante 4 semanas como tratamiento de prueba, aun cuando no haya síntomas de reflujo gastroesofágico ni toma de AINEs, y en la dispepsia funcional diagnosticada tras descartar una patología orgánica con una endoscopia alta (NICE, 2014; SIGN, 2003; Pinto-Sánchez MI, 2017). Su eficacia es superior a los procinéticos (Pinto-Sánchez MI, 2017).

Si tras esas semanas los síntomas mejoran, pueden retirarse los IBP y, en caso de recaída, ajustar a la mínima dosis eficaz para controlar los síntomas y valorar la autogestión de la medicación según síntomas (ASGE, 2015).

Procinéticos: su eficacia en la dispepsia es controvertida, aunque en base a evidencia de baja calidad podrían tener un moderado efecto beneficioso en pacientes que no respondan a los IBP en los que se haya descartado un proceso orgánico (Talley NJ, 2005; NICE, 2014; Pittayanon R, 2019).

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