El 31 de diciembre de 2019, la Comisión Municipal de Salud y Sanidad de Wuhan (provincia de Hubei, China) informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida. El agente causante de esta neumonía fue identificado como un nuevo virus de la familia Coronaviridae que posteriormente pasó a denominarse SARS-CoV-2.
A medida que ha evolucionado la pandemia de la COVID-19 la comunidad científica empieza a tomar conciencia de que esta infección es como un gran iceberg, en cuyo vértice podemos encontrarnos con los pacientes que en su fase aguda de la enfermedad sufren graves complicaciones que incluso ponen en peligro su vida y que, junto con el gran número de contagios que se van produciendo día a día, constituyen la parte visible de este iceberg. Pero en su base, se van acumulando aquellos que más allá de la afectación aguda no consiguen recuperar su estado vital previo, por lo que ha venido a denominarse la Covid Persistente o Long Covid (LC), en ellos los síntomas persisten más allá de las 12 semanas del inicio de sus síntomas, y son al menos un 10 % de todos los contagiados. Cifra que sería superior si consideramos, como en algunas entidades, el límite para la persistencia de síntomas en las 4-6 semanas tras el contagio. Más allá de este límite convencional, debemos reconocer que tendremos que enfrentarnos en los próximos meses con una gran avalancha de afectados de LC.
En los últimos meses, la pandemia de COVID-19 ha puesto a prueba el Sistema Nacional de Salud (SNS), como a los sistemas sanitarios de los países del mundo azotados por la misma.Con el transcurso de los meses, clínicos y científicos han podido generar un mayor conocimientoacerca del propio virus, su manejo y tratamiento así como las secuelas de la enfermedad. En este sentido, se han descrito complicaciones posteriores a la fase aguda de la COVID-19, tantorelacionadas directamente con la enfermedad como otras asociadas a las largas estancias hospitalarias, en unidades de críticos en muchas ocasiones. El seguimiento de estos pacientes y las secuelas clínicas generadas por la infección, supone una nueva necesidad asistencial que requiere un abordaje multidisciplinar, protocolizado y equitativo en el conjunto del SNS.
Por ello, desde la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA), y con el apoyo de la Fundación AstraZeneca, se ha considerado oportuno llevar a cabo una reflexión de consenso entre las Sociedades Científicas (SSCC) más relacionadas con la epidemia, gestores y directivos de la salud y pacientes; para establecer cómo debe organizarse y gestionarse el seguimiento clínico adecuado a las necesidades que presentan los pacientes que han superado la fase aguda de la infección por COVID-19.
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