Los trastornos del equilibrio constituyen uno de los motivos más frecuentes de consulta en Atención Primaria (AP), de manera que casi el 2% de la población española consulta cada año por vértigo1. La prevalencia estimada del vértigo en la población general es del 3-7%, pero si se añade la sensación de inestabilidad, aumenta hasta el 17-30%2. Además, la incidencia es mayor en el sexo femenino y con la edad, llegando a afectar hasta al 20% de la población mayor de 65 años3, en quienes comporta riesgo de caídas y genera una alta morbilidad.
Por otro lado, el manejo de estos pacientes es complejo debido a que las posibilidades diagnósticas y de gravedad son muy amplias. Por último, su carácter a menudo recurrente repercute de forma importante en su calidad de vida4, siendo motivo de una incapacidad que impacta sobre la vida laboral y social del paciente.
Es frecuente la asociación con trastornos psicológicos y psiquiátricos primarios o secundarios, y estas circunstancias desembocan en múltiples ocasiones en la dependencia, la discapacidad y la solicitud de prestaciones.
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