El que la administración sanitaria pública de
Francia haya decidido dejar de financiar todos los medicamentos "específicos" para la
Enfermedad de Alzheimer a partir del uno de agosto de 2018 es sin duda una primerísima
noticia, de gran impacto médico, social y económico.
Esta medida ya la estuvo
reclamando anualmente desde hace cuatro años la prestigiosa revista francesa de
farmacología Prescrire
a través de su ya famosa “lista negra”, o simplemente lista de medicamentos
a evitar que se encuentran comercializados y generalmente financiados por los
sistemas públicos por su relación beneficio-riesgo desfavorable.
Los argumentos para solicitar su
retirada eran el enorme costo económico, los importantes efectos secundarios de
algunos de los medicamentos implicados y la mínima o nula eficacia demostrada
de todos ellos. El argumento quizás de mayor peso es que su uso no ha sido
capaz de demostrar retraso en la progresión hacia la dependencia de los
pacientes que los reciben (algunos incluso por vía sublingual cuando ya apenas
pueden tragar). En conjunto, una carga excesiva para un sistema público que
debe velar por la eficiencia.
No suele ser fácil conseguir datos
en detalle de consumo de medicamentos a cargo del sistema público de salud. No
obstante el boletín de Farmacovigilancia n. 89 de Dirección General de Farmacia
de nuestra Comunitat Valenciana de 2013, en un monográfico dedicado a los
medicamentos para la demencia, en el que por cierto participaron varios
miembros de este Grup, indicaba que su consumo en 2012 fue de 7,2 DHD
(donepezilo, rivastigmina, galantamina y memantina), que supuso un coste de más
de 34 millones de euros para las arcas públicas valencianas. Estos datos
trasladados al conjunto del sistema público estatal nos dan una idea de su
enorme trascendencia económica.
Tras esta medida, que esperamos
que pronto sea imitada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e
Igualdad Español, comienza a ser el momento de centrar de nuevo la atención
a la demencia en los aspectos sociales y en las ayudas a la dependencia,
dejando a la medicina un poco de lado.
Puede que para muchas familias y
para muchos médicos esta medida resulte desconcertante y descorazonadora, y que
algunos la interpreten como un recorte sanitario más, en la reducción progresiva
del estado de bienestar, pero tal como ya se ha comentado más arriba nada de
ello es cierto, y nuestro deber será de ahora en adelante explicar a todos la
realidad y aceptarla. Puede que en el futuro aparezcan nuevos tratamientos
realmente eficaces, pero de momento hay lo que hay.
Puede también que para algunos
neurólogos aceptar la actual realidad sea duro, al pensar que no se tiene nada o
casi nada que ofrecer, pero estamos convencidos de que otros respirarán
aliviados al quitarse de encima el tener que representar la ceremonia de las
falsas esperanzas y expectativas.
No obstante, el que empecemos a
pensar en la demencia, en especial la Enfermedad de Alzheimer, como un
territorio parcialmente libre de medicamentos, no implica la abstención médica,
ni que se demore el diagnóstico de la demencia o del deterioro cognitivo en
general. En este sentido, un apreciado colega neurólogo tuvo la paciencia de
tener durante unas semanas a unos de los firmantes de esta entrada en su
consulta de demencias, y fue capaz de convencernos de la necesidad del
diagnóstico precoz, al margen de la medicación, por las siguientes razones:
-Cese de la búsqueda de otras causas
-Ayudar a las familias a entender y a aceptar
-Realizar planes financieros y legales mientra se es competente
-Planificar estilos de vida para el paciente y familiares
-Inducir mejores adherencias al tratamiento de otros procesos médicos
-Adoptar medidas preventivas para evitar lesiones (en la conducción, en el
hogar,…)
-Posibilidad de acceder antes a planes sanitarios comunitarios
Es el momento de que las
asociaciones de profesionales, junto con las asociaciones de enfermos de
Alzheimer reclamen a la administración destinar todo el dinero que se va ahorrar
en estos medicamentos en incrementar directamente las partidas económicas
dedicadas a las ayudas a la dependencia.
En definitiva, la retirada de los medicamentos
específicos para la demencia supone el fin de una falacia médica más, un
símbolo de la actual medicalización de la vida aprovechada por diferentes
intereses (industriales, profesionales y sociales).
Seguro que ésta no será la única
falacia en caer, y estamos convencido de que en el futuro nos espera la caída
de la falacia de la Vitamina-D, de los tratamientos para la osteoporosis, y
seguramente también el tratamiento del colesterol en prevención primaria.
De ahora en adelante nos
enfrentaremos a una medicina más simple y ligera, o quizás no. El tiempo dirá.
*Más información sobre esta
noticia en el Blog el Borinot-Quid-Pro-Quo:
PD: Para acabar de completar el
panorama sobre lo complejo de la relación entre medicamentos y demencia,
aconsejamos leer, a los que aún no lo hayan hecho, la entrada anterior de
nuestro blog sobre carga
anticolinérgica por medicamentos y riesgo demencia.
Grup del Medicament
SOVAMFiC
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