Hoy en día se está recuperando el uso de antibióticos más antiguos para el tratamiento de infecciones benignas y preservar el uso de los antibióticos más modernos. Pero el antibiótico de este tipo más prescrito hoy en día para la cistitis, fosfomicina, no alcanza la tasa de éxito esperada, mientras que el segundo antibiótico más comúnmente recetado, nitrofurantoína, parece ser tan eficaz como los antibacterianos más recientes.
Los
antibióticos actuales funcionan bien contra infecciones graves, pero
también se usan contra infecciones benignas como la cistitis. Esta
práctica ha llevado a que las bacterias presentes en nuestro tracto
digestivo estén adquiriendo resistencia a estos agentes y, a partir ahí,
se esté dando una rápida propagación de esta resistencia entre la
población en general, especialmente a través de la cadena alimentaria y
las aguas residuales. La consecuencia última es que actualmente, se está
perdiendo un recurso valioso para combatir determinadas enfermedades
graves. Se estima que hasta el 20% de la población bacteriana que causa
infecciones del tracto urinario es ya resistente a la ciprofloxacina, un
antibiótico de amplio espectro altamente efectivo.
Para reservar el uso de este antibiótico para los casos graves de infección bacteriana, desde 2011 los médicos están comenzando a recetar tratamientos antibióticos de los que se utilizaban en la década de 1950 para las infecciones benignas y preservar la efectividad de los antibióticos más nuevos, los aparecidos a partir de la década de 1980. Así, ante un diagnóstico de cistitis se pueden recetar medicamento antibacterianos como la nitrofurantoína, que se aprobó en 1953, o la fosfomicina, que se lanzó en 1971.
Pero estos antibióticos más antiguos no fueron evaluados antes de su comercialización de manera tan estricta como se hace actualmente con sus homólogos modernos, particularmente en términos de efectividad del tratamiento y efectos secundarios. Existe la complicación añadida que al ser productos que ya se encuentran en el mercado, las compañías farmacéuticas no tienen aliciente para invertir recursos en llevar a cabo pruebas adicionales en más profundidad.
Investigadores de la Universidad de Ginebra (UNIGE) y de los Hospitales Universitarios de Ginebra (HUG), Suiza, analizaron recientemente dos antibióticos de este tipo utilizados con frecuencia contra las infecciones urinarias no complicadas: fosfomicina y nitrofurantoína. Fosfomicina es actualmente el fármaco más comúnmente recetado para la cistitis, ya que solo requiere un sobre de dosis única. Nitrofurantoína, por su lado, se suministra en forma de tabletas para ser tomadas tres veces al día durante cinco días.
513 mujeres de Ginebra (Suiza), Tel Aviv (Israel) y Lodz (Polonia) con edades entre 18 y 101 años fueron seleccionadas al azar para seguir tratamiento con fosfomicina o nitrofurantoína. Se efectuaron controles bacterianos antes de que las mujeres tomaran el medicamento y a los 14 días y 28 días después del tratamiento.
Los resultados fueron claros: el 70% de las mujeres respondieron positivamente a la nitrofurantoína, con resolución completa de sus síntomas, y el 74% presentaron eliminación completa de la bacteria en sus muestras de orina. Mientras, solo el 58% de las mujeres que recibieron fosfomicina presentaron una resolución completa de los síntomas y solo el 63% presentaron muestras de orina libres de bacterias. Dado que ya de por sí existe un 33% de posibilidades de recuperarse de la cistitis sin tomar un antibiótico, los resultados muestran que la fosfomicina tiene poco efecto, a pesar de ser el tratamiento más comúnmente recetado por la comunidad médica. Por el contrario, la tasa de éxito de la nitrofurantoína es comparable a otras clases de antibióticos, lo que sí lo convierte en un sustituto adecuado.
La tasa de efectos secundarios (diarrea, dolor de cabeza y calambres abdominales) para fosfomicina, nitrofurantoína y ciprofloxacino es similar: existe un 7% de riesgo de desarrollarlos cuando se toma cualquiera de los tres tratamientos.
Para reservar el uso de este antibiótico para los casos graves de infección bacteriana, desde 2011 los médicos están comenzando a recetar tratamientos antibióticos de los que se utilizaban en la década de 1950 para las infecciones benignas y preservar la efectividad de los antibióticos más nuevos, los aparecidos a partir de la década de 1980. Así, ante un diagnóstico de cistitis se pueden recetar medicamento antibacterianos como la nitrofurantoína, que se aprobó en 1953, o la fosfomicina, que se lanzó en 1971.
Pero estos antibióticos más antiguos no fueron evaluados antes de su comercialización de manera tan estricta como se hace actualmente con sus homólogos modernos, particularmente en términos de efectividad del tratamiento y efectos secundarios. Existe la complicación añadida que al ser productos que ya se encuentran en el mercado, las compañías farmacéuticas no tienen aliciente para invertir recursos en llevar a cabo pruebas adicionales en más profundidad.
Investigadores de la Universidad de Ginebra (UNIGE) y de los Hospitales Universitarios de Ginebra (HUG), Suiza, analizaron recientemente dos antibióticos de este tipo utilizados con frecuencia contra las infecciones urinarias no complicadas: fosfomicina y nitrofurantoína. Fosfomicina es actualmente el fármaco más comúnmente recetado para la cistitis, ya que solo requiere un sobre de dosis única. Nitrofurantoína, por su lado, se suministra en forma de tabletas para ser tomadas tres veces al día durante cinco días.
513 mujeres de Ginebra (Suiza), Tel Aviv (Israel) y Lodz (Polonia) con edades entre 18 y 101 años fueron seleccionadas al azar para seguir tratamiento con fosfomicina o nitrofurantoína. Se efectuaron controles bacterianos antes de que las mujeres tomaran el medicamento y a los 14 días y 28 días después del tratamiento.
Los resultados fueron claros: el 70% de las mujeres respondieron positivamente a la nitrofurantoína, con resolución completa de sus síntomas, y el 74% presentaron eliminación completa de la bacteria en sus muestras de orina. Mientras, solo el 58% de las mujeres que recibieron fosfomicina presentaron una resolución completa de los síntomas y solo el 63% presentaron muestras de orina libres de bacterias. Dado que ya de por sí existe un 33% de posibilidades de recuperarse de la cistitis sin tomar un antibiótico, los resultados muestran que la fosfomicina tiene poco efecto, a pesar de ser el tratamiento más comúnmente recetado por la comunidad médica. Por el contrario, la tasa de éxito de la nitrofurantoína es comparable a otras clases de antibióticos, lo que sí lo convierte en un sustituto adecuado.
La tasa de efectos secundarios (diarrea, dolor de cabeza y calambres abdominales) para fosfomicina, nitrofurantoína y ciprofloxacino es similar: existe un 7% de riesgo de desarrollarlos cuando se toma cualquiera de los tres tratamientos.
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