El dolor representa un importante problema de salud pública en todo
el mundo. El dolor crónico afecta aproximadamente al 27% de la población
adulta en Europa y más de 100 millones de adultos en los Estados
Unidos. El dolor agudo no tratado puede asociarse a un mayor riesgo de
salud y al desarrollo de dolor crónico1.
Entre
las opciones principales para el tratamiento farmacológico se dispone
de los fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), ya que han
demostrado su eficacia en casos de dolor.
Los AINE se encuentran entre los medicamentos más comúnmente recetados y usados en todo el mundo2. Sin embargo, están asociados a problemas de toxicidad y tolerabilidad3.
La toxicidad) aumenta en la medida en que lo hacen la prescripción y el
uso. Esta sencilla conclusión solo se hizo evidente tras un largo
periodo de sucesivos estudios y revisiones que profundizaron en la
toxicidad relacionada con el riesgo gastrointestinal, cardiovascular y
renal, entre otros4.
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