El cáncer colorrectal (CCR) es el segundo
tumor más frecuente en nuestro medio, tanto en hombres como en mujeres,
por detrás del cáncer de pulmón y de mama, respectivamente1. La
incidencia del CCR ocupa la primera posición cuando se considera al conjunto de la población (1).
El CCR no solo es una neoplasia susceptible de
prevención primaria (evitar los factores de riesgo), sino que
constituye el paradigma de las neoplasias susceptibles de prevención secundaria (cribado): se conoce su historia natural, es posible eliminar la lesión precursora (pólipos) y detectar el CCR en fases iniciales y se dispone de un tratamiento que resulta más efectivo cuando se diagnostica en un estadio precoz (2). El cribado del CCR es una estrategia altamente coste-efectiva para disminuir la incidencia y la mortalidad por CCR (3). En el año 2009, la Estrategia en Cáncer del Sistema Nacional de Salud
aprobó la propuesta de realizar cribado poblacional del CCR en personas
entre 50 y 69 años con periodicidad bienal, mediante el test de Sangre Oculta en Heces inmunológico (SOHi) (4).
En un periodo en que pocas Comunidades Autónomas
disponían de programas de cribado de CCR y con una implantación desigual
incluso dentro de cada Comunidad, se creo en el año 2008, la Alianza para la Prevención del Cáncer de Colon (http://www.alianzaprevencioncolon.es)
que integra asociaciones de pacientes, organizaciones altruistas no
gubernamentales y sociedades científicas, con el objetivo fundamental de
dar a conocer y difundir la importancia sanitaria y social del CCR en nuestro país, y promover las medidas de cribado, detección precoz y prevención (5).
La progresiva implantación de los programas de cribado poblacional de CCR en todas las Comunidades Autónomas
está ocasionando un aumento considerable del número de colonoscopias
realizadas, derivadas de la positividad del test de SOHi, y de las
indicaciones de vigilancia endoscópica de las lesiones previamente
detectadas. Se estima que un 20-25% de las colonoscopias realizadas en individuos mayores de 50 años corresponden a indicaciones de vigilancia endoscópica (6),
con un coste importante para el sistema de salud y consumiendo una
elevada proporción de la limitada oferta de colonoscopias. A la vez, y
aunque se desconoce con exactitud, la tasa de progresión de adenoma
avanzado a CCR se estima que es baja y oscila en torno al 4% anual (7).
En este contexto es fundamental optimizar la adecuación y asegurar la
calidad de todas las colonoscopia, se realicen o no en el contexto de un
programa de cribado, y dirigir la vigilancia a aquellos pacientes que
realmente se beneficien de ella, con la mínima frecuencia necesaria para
lograr el mayor rendimiento preventivo del CCR, limitando el número de exploraciones de eficacia dudosa y reduciendo el riesgo de las complicaciones asociadas (8).
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