https://osakidetzarenosasuneskola.com/2016/06/27/reflexiones-sobre-la-cronicidad/
Hace unos días una persona muy allegada me decía “No me asusta morir, ni siquiera he pensado nunca en ello, me asusta la vejez”
En el momento me sorprendió y me dejó sin saber qué decir. Más tarde me hizo reflexionar.
El 7 de abril hemos cebrado el día
Mundial de la Salud, este año con el lema” Vence la Diabetes”, el 17
de Mayo celebramos el Día Mundial de la Hipertensión. La última semana
de Mayo, la Semana sin Humo.
Todos ellos se han establecido como
medio para aumentar la conciencia global acerca de las enfermedades a
las que se dedican, las causas, síntomas, tratamientos y complicaciones
que de ellas se derivan. En el caso del tabaco, a controlar este
problema de salud pública que puede llevarnos a enfermedades de todo
tipo, crónicas (EPOC) y agudas.
No somos responsables de la genética
que nos ha tocado y que INCLINAN en una parte importante de las
enfermedades crónicas y algunas agudas. Pero si somos responsables de
realizar los cuidados necesarios para que estas enfermedades no se
manifiesten o evolucionen de la mejor manera posible y se mitiguen, en
gran medida, los problemas que de ellas se pueden derivar.
A veces la” voluntad de hacer” se
vuelve débil. Mucha gente me dice que “no tiene voluntad”. No es así.
Todos tenemos una gran fuerza de voluntad para realizar diariamente
tareas que no nos hacen felices. Aun así las realizamos. Por costumbre y
porque ni siquiera nos concedemos la oportunidad de pensar que no
podemos hacerlas. Es lo cotidiano. Es, lo tedioso de la vida. Aquellas
cosas que no admiten réplica y de las que sólo somos conscientes cuando
faltan y que por si fuera poco, sostienen nuestra vida. Varias veces al
día preparamos comida. Y la compra..habrá algo más tedioso! Pero la
hacemos. Haga frío o calor, nos levantamos y vamos a trabajar. Supone un
esfuerzo de voluntad, pero no se nos ocurre pensar que no la tenemos
para hacerlo. Son rutinas establecidas. Y cuando no podemos hacerlo, si
estamos enfermos por ejemplo, notamos su falta.
Me pregunto si alguna vez pensamos en
las consecuencias que tiene esa falta de voluntad a la que tanto
recurrimos. Y no me refiero a las consecuencias para nuestra salud, que
se dan por supuestas.
Hablo del dolor que supone para los
que nos rodean y aman. Hablo de la dependencia que podemos llegar a
tener cuando la enfermedad nos discapacita. No pensamos que eso nos
puede pasar a nosotros. Eso les pasa a los demás
Todos pretendemos “llegar a viejos”. Pero con buena salud.
Y es que seguramente llegaremos a una
edad avanzada. En nuestro país la esperanza media de vida está en 83
años, 86 para las mujeres y 80 para los hombres. En Euskadi, un poco
más.
Lógicamente a mayor edad más
posibilidad de padecer una o varias enfermedades crónicas. Y todas ellas
conllevan efectos secundarios graves y por tanto limitantes.
Ani nos hablaba hace unos días, en un post enternecedor,
de lo que supuso para ella tener la dedicación de un cuidador constante
y otros intermitentes. Ha tenido mucha suerte de verse acompañada en su
proceso de recuperar la salud.
La persona que me hablaba está casada y
no tiene hijos. Tampoco más familia cercana. Su esposa también es hija
única. Por lo tanto no va a disfrutar del regalo de cuidadores
informales, de familiares que le dediquen su tiempo, amor y cuidados.
Y ha decidido llegar sano a la vejez.
Es un enfermo crónico, desde hace poco tiempo y ha puesto su voluntad al
servicio de su salud. No se plantea que no la tiene. Simplemente actúa
movido por la necesidad de llegar a disfrutar de una vejez en las
mejores condiciones posibles a pesar de su genética y contra ella. Ha
DECIDIDO cuidarse.
Ahora que llega el verano es más fácil
realizar actividades al aire libre, caminar a la mañanita o a la caída
del sol nos hará disfrutar de olores y sensaciones que no existen en
invierno. Nadar, dejarnos llevar por la ingravidez, mover nuestros
músculos, con un esfuerzo mínimo, dentro del agua que nos refresca. Y al
salir sentir el calor del sol. Dar un paseo en bicicleta sintiendo el
aire cálido en la cara. Son sensaciones de las que solo podemos
disfrutar con el buen tiempo. Modificar nuestra alimentación por una más
ligera y más sana. Y comer menos cantidad. El calor nos ayuda
quitándonos apetito. Y sin pensarlo vamos creando hábitos que luego no
nos costará mantener.
Y es que pequeños gestos diarios mejoran tanto nuestra salud, que hay que probarlo.
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