Fifteen bucks. John David Souther.1979
Recientemente Estados Unidos dio un paso
importante en la lucha frente al fraude. Los datos sobre el pago a los
médicos por parte de la industria farmacéutica y sus perfiles de
prescripción en Medicare se han hecho públicos.
Un grupo de investigadores de las universidades de California y Hawaii acaban de publicar un trabajo en JAMA Internal Medicine
en el que analizan la relación entre haber recibido invitaciones a
comer por parte de la industria y la tasa de prescripción de los
fármacos promovidos a los beneficiarios de Medicare. Se estudiaron a
médicos que prescribieron cuatro tipos de fármacos: estatinas,
betabloqueantes, IECAS e inhibidores de la recaptación de la
serotonina (SSRI ySNRI). Más de 279.000 médicos recibieron más de 63.000
pagos en relación con la prescripción de ese tipo de drogas. En el 95%
de las ocasiones el pago fue en forma de comidas, cuyo valor medio era
menor de 20 dólares. Como señalaba Juan Gervas en Twitter, por lo
que parece los médicos no se venden por 30 monedas, sino por bastante
menos.
El problema es que el efecto es incuestionable: los médicos que
recibieron una simple comida como premio, tuvieron (como era de suponer)
mucho mayores tasas de prescripción de los fármacos incentivados que el
resto. Un 20% en el caso del Crestor de Astra Zeneca, pero más del 100%
si se trata del Pristiq de Pfizer.
Es cierto que como señalan los autores , demuestran una asociación pero
no necesariamente una relación de causa efecto.
No es la primera vez que este tipo de hallazgos se publica. Como señala Ray Moynihan en uno de sus bien documentados artículos en The Conversation, PloS
ya publicó en mayo que casi la mitad de los médicos en Estados Unidos
están a sueldo de la industria. Y que a mayor pago mayor gasto por
paciente.
Una de las cínicas respuestas de algunos médicos es que “ya que no me
paga la administración lo que merezco, yo me busco la vida”. Pero al
margen del indiscutible efecto que supone prescribir drogas innecesarias
o más caras para la sostenibilidad del sistema sanitario ( fin que no
todos los médicos comparten), la práctica implica un peligro mucho
mayor: la prescripción de fármacos de los que no se dispone aún de
información suficiente sobre su seguridad frente a otros de mucho mayor
experiencia y seguridad.
En el último Congreso de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria ( semFYC), mi sociedad, celebrado en A Coruña, la mesa de Actualización en VIH y la de la Atención primaria ante el reto de la hepatitis C estaban patrocinadas por Gilead Science, la de Abordaje terapéutico en el paciente con mal control glucémico por Boheringer Ingelheim-Lilly, la de Manejo del dolor neuropático por Grünenthal,la de Urticaria por Novartis, la de Vacuna del neumococo y la de Fibrilación auricular no anticoagulada por Pfizer, las de Abordaje de la dislipemia (2) por Mylan, el Estudio Happy Audit y la del Bosillo ácido por Reckitt Benckiser, la de Anticoagulación oral en AP por Bayer, las de Acné y la deTerapia inhalada para dummies (2) por GSK y las de Hiperuricemia y el Encuentro con el experto en Diabetes
por Menarini. Un total de 17 mesas o actividades diversas patrocinadas
explícitamente por laboratorios. Solo falta imprimir los logos en las
camisetas.
No todas las sociedades federadas de
semFYC mantienen una política similar. Las sociedades de Medicina de
Familia de Euskadi, Baleares, Murcia o Madrid llevan años realizando
dignísimas actividades formativas sin contaminación industrial. El año
pasado la Confederación Iberoamericana de Medicina Familiar (CIMF)
organizó su congreso en Montevideo con cerca de 2000 participantes (
reales, no de los que solo aparecen por la acreditación), sin patrocinio
industrial, como lo hará la propia WONCA, la asociación mundial de
médicos de familia, en su congreso de este año en Río de Janeiro.
El que esté libre de pecado que tire la
primera piedra. Pero seguimos tolerando y practicando comportamientos
completamente inaceptables desde el punto de vista ético.
Los congresos de las sociedades científicas en España se han convertido
en una carrera suicida para ver quien tiene más larga su cola de
inscritos. A 500, 600 o 700 euros la inscripción. Que nadie en su sano
juicio pagaría de su propio bolsillo. Va siendo hora de acabar con el
monstruo antes de que nos engulla del todo.
(Imagen tomada de No Gracias basada en una viñeta de El Roto)
(Imagen tomada de No Gracias basada en una viñeta de El Roto)
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